Fotografía de Bryan Sheffield |
Acordar: del latín accordare, de a (aproximidad) y cordis (corazón). Es decir, "unir los corazones".
"Buenos Aires, marzo 2015La romántica idea de imaginar que en el instante que todo se pulverice lo que quede sean solo imágenes... Imágenes que nos hacen eternos frente a la mirada de otros pero sobre todo nos hacen inmensos en nuestra perspectiva: a cada instante algo se pulveriza, a cada instante esa imagen lo reconstruye y nos invita a reconstruirnos.
Observadores, protagonistas, testigos y testimonios conjugándonos a nosotros mismos porque cada uno de esos roles somos nosotros mismos.
Hay en esta situación una especie de manual de supervivencia que hace a la historia de la humanidad, a esa historia que se entrega completa e incondicional frente a los anónimos que honran el milagro y saben que, aún a años luz, lo que trascenderá será una belleza divina.
Una belleza divina que se traduce en lo que nos moviliza. La belleza del movimiento y de sentirlo cuando decidimos registrar momentos, caras, lugares. Hay allí un despertar consciente, algo que sutil o brutalmente nos cambia, y aunque el mundo siga siendo el mismo mundo, para nosotros ya no será igual porque hubo un llamado de atención que ameritó ser eternizado.
Siguiendo con el romanticismo - genuino, seductor y fatal - es un acto superior y de profundo sentimiento reconocer cuando el amor decide habitarnos y nos hace palpitar frente a esas personas y a esos espacios en un determinado tiempo que, generosamente, deja de ser relativo para elevar su forma de ilusión a la de un recuerdo inolvidable.
No estamos en un mundo donde podamos permanecer igual, tampoco venimos a eso porque hasta el instinto más primitivo se alimenta de la creación y la recreación.
Cerrar los ojos nos lleva a planos negros estrellados, abrirlos de repente nos encandila de blanco con destellos memoriosos. En la unión de estas visiones está la existencia que acepta la distancia como un estado mental, que no exige una claridad exacta y que nos permite pintar las saudades con una nubosidad variable que es inevitable, incómoda, pero que también pasará.
A la oscuridad, luz. Al llegar, irse. Al inicio, fin. A la pulverización, imágenes. A todo, viceversa.
Vivimos en un realismo del que no podemos escapar pero que como bálsamo embriagante nos abraza con la inteligencia emocional de quienes saben hacerle el amor a la historia registrándola y compartiéndola, a esa historia de anónimos que batalla por los milagros y la belleza divina.
Por todo esto, el recorrido que Luciana Massarino nos invita a hacer a través de sus fotos, un recorrido que le es propio, no nos pasa tan lejos y nos alcanza como reflejos.
En definitiva todos queremos ser eternos en la mirada de algún otro.
Barb Pistoia"
April 22, 1958
57 Perry Street
New York City
Estimado Hume,
Usted me pide consejo: ¡ah, qué cosa más humana y peligrosa de hacer es esa! Dar consejos a un hombre que pregunta qué hacer con su vida implica algo muy cercano a la egolatría. Presumir de poder señalarle a un hombre con un dedo tembloroso la dirección correcta es un lugar que solo un tonto podría ocupar.
Yo no soy un tonto, pero respeto su sinceridad en pedir mi consejo. Le pido que, sin embargo, en la escucha de lo que digo, recuerde que todos los consejos sólo pueden ser un producto de quién los da, la verdad de uno puede ser un desastre al otro. No veo la vida a través de sus ojos ni a través mío. Si yo fuera a tratar de darle consejos específicos, sería un ciego guiando a otro ciego.
"Ser o no ser: esa es la cuestión: Si es más noble para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un mar de problemas ..." (Shakespeare)
Y así es, esa es la cuestión: dejarse llevar por la corriente o nadar contra corriente para alcanzar una meta. Es una decisión que todo mundo debe tomar, consciente o inconscientemente, en algún momento de nuestra vida. ¡Muy pocas personas lo entienden! Piensa en cualquier decisión que hayas tomado y que haya repercutido en tu futuro. Tal vez erre, pero no concibo que exista otra opción —aunque indirecta— más que alguna de esas dos que te he dicho: dejarse llevar o nadar.
Pero, ¿por qué no flotar cuando no se tiene una meta? Esa es otra cosa. Es indudablemente mejor disfrutar las mareas que nadar en la incertidumbre. ¿Cómo es que una persona descubre su meta? No un castillo en el aire, sino una cosa real y tangible. ¿Cómo se puede estar seguro de que no se persigue “la gigantesca montaña de dulce”, la atractiva meta de azúcar un poco desabrida y sin substancia?
La respuesta - y, en cierto sentido, la tragedia de la vida - es que buscamos entender el objetivo y no al hombre. Establecemos una meta que nos exige ciertas cosas, y hacemos esas cosas. Nos adaptamos a las exigencias de un concepto que no puede ser válido. Cuando era joven, digamos que usted quería ser bombero. Me siento bastante seguro al decir que ya no quiere ser bombero. ¿Por qué? Debido a que su perspectiva ha cambiado. No es el bombero lo que ha cambiado, es usted.
Todo hombre es la suma total de sus reacciones a la experiencia. A medida que sus experiencias son diferentes y se multiplican, se convierte en un hombre diferente, y por lo tanto están los cambios de perspectiva. Esto sigue y sigue. Cada reacción es un proceso de aprendizaje, cada experiencia significativa altera su punto de vista.
Por lo que parece absurdo, ¿no?. Ajustar nuestras vidas a las exigencias de un objetivo que vemos de manera diferente cada día. ¿Cómo podríamos tener la esperanza de lograr algo que no sea una neurosis galopante?
La respuesta entonces no tiene que ver con las metas de ninguna manera, ni siquiera con metas tangibles. Tomaría resmas de papel describir esta opresión de la felicidad. Sólo Dios sabe cuántos libros se han escrito sobre “el significado del hombre” o algo por el estilo, y Dios sabrá cuántas personas han reflexionado sobre esto. (Digo “sólo Dios sabe” como una simple expresión.) No soy muy elocuente al tratar de explicártelo en un proverbio porque soy el primero en admitir mi absoluta falta de habilidades para reducir el significado de la vida a uno o dos párrafos.
Me propongo alejarme de la palabra “existencialismo”, sin embargo recuérdala como una palabra importante. Tal vez debas leer El ser y la nada de Jean-Paul Sartre y otro librito llamado Existencialismo: de Dostoyevsky a Sartre. Son meras recomendaciones. Si realmente te sientes satisfecho con lo que eres y con lo que haces entonces rehúye de esos libros. (No provoquemos al perro dormido.) Pero volviendo a la respuesta. Como te decía, tener fe en una meta tangible sería poco inteligente porque no luchamos por ser bomberos, no luchamos para ser banqueros, ni policías, ni doctores. Luchamos por ser nosotros mismos.
No me malinterpretes. No quiero decir que no podamos ser bomberos, banqueros o doctores, sino que debemos ajustar la meta a nosotros en lugar de ajustarnos nosotros a la meta. En toda persona la herencia y la cultura combinadas producen una criatura de ciertas habilidades y deseos con una enraizada necesidad de funcionar de tal manera que su vida sea significativa. Una persona debe ser algo porque no es nada.
Desde mi perspectiva, la fórmula sería esta: una persona debe escoger un camino que le permita explotar sus habilidades al máximo para que cumpla sus deseos. Al hacerlo, satisface una necesidad (otorgándose a sí mismo una identidad a través de una funcionalidad preestablecida para alcanzar una meta preestablecida), evita frustrar su potencial (escogiendo un camino que lo exime de los límites de su autodesarrollo) y evita el horror de ver su meta ya sea desvanecerse o menos atractiva conforme se acerca a ella (en lugar de ajustarse a las demandas que procura, modifica la meta de acuerdo a sus habilidades y deseos).
En suma, no debes abocar tu vida para alcanzar un meta predefinida, sino que debes escoger un estilo de vida que sabes que disfrutas. La meta es completamente secundaria: es la funcionalidad conforme a la meta lo que es importante. Suena casi ridículo que una persona deba funcionar de acuerdo a un patrón formulado por su propia voluntad, pero dejar que otro decida tus propósitos es renunciar a uno de los aspectos más significativos de la vida: el acto definitivo de la voluntad que nos hace individuos.
Supongamos que se te presentan ocho caminos a seguir (todos predefinidos, por supuesto). Luego supongamos que no avizoras propósito ninguno en esos caminos. Entonces —y aquí yace la esencia de todo lo que he dicho— tu deber es encontrar un noveno camino.
Naturalmente, no es tan fácil como suena. Has tenido una vida relativamente estrecha, vertical diría más que horizontal, por lo que no es difícil de entender por qué te sientes como te sientes. Sin embargo, un hombre que procrastina su decisión inevitablemente tomará esa decisión obligado por su circunstancia.
Así que si te consideras a ti mismo dentro del club de los desencantados, entonces no tienes otra opción más que aceptar las cosas como son o, en otro caso más serio, procurar otra cosa. Pero se cuidadoso al buscar tus metas: busca un estilo de vida. Decide cómo quieres vivir y entonces considera lo que puedes hacer para vivir dentro de ese estilo de vida. Dirás, “es que no sé por dónde empezar, no sé qué buscar”.
No obstante, hay un punto crucial en esto: ¿vale la pena renunciar a lo que deseo por algo mejor? No lo sé. ¿Lo vale? ¿Quién más puede tomar la decisión más que tú mismo? Pero incluso cuando decides qué buscar todavía tienes un largo camino frente a ti.
Si no doy por terminado este asunto es porque debo ir a escribir un libro. Espero que todo eso no te confunda al principio, sólo recuerda que esta es, por supuesto, mi forma de ver las cosas. Para mí es evidente que todo lo que dije es pragmático, pero tu pudieras no verlo así. Cada de uno nosotros necesita su propio credo y este simplemente es el mío.
Si acaso alguna parte no tiene sentido, por favor házmelo saber. No intento enviarte afuera en búsqueda del Santo Grial, sólo intento decirte que no tienes porqué aceptar las decisiones que la vida te ha ofrecido. Las cosas son más complejas; nadie está obligado a hacer algo que no quiere hacer por el resto de su vida. Pero, de nuevo, si eso es lo acabas haciendo, debes convencerte por completo que eso es lo que tienes que hacer. No serás el único.
Y, bueno, eso es todo por ahora. Hasta que no sepa algo de ti siempre seré tu amigo,
Hunter
"Los italianos eran lo mejor y lo peor: entre ellos había cobardes y valientes a partes iguales. Es más: el heroísmo de aquellos valientes obedecía a sus cambios de humor. Los más temerarios podían ser los más cobardes a la mañana siguiente de su proeza."
El sabotaje amoroso, de Amélie Nothomb.
Ok. La ciclotimia, neurosis y la convicción que "el día después" de "algo" siempre es raro, también son herencia ancestral ✓
Walking gun de Laurie Simmons |
"(...) ¿Es que en las novelas todas las mujeres tienen que terminar hechas un guiñapo para demostrar, ay, cuánto nos hacen sufrir el machismo, la discriminación, la incomprensión etc? Mi abuela paterna era una inmigrante analfabeta. Cuando tuvo una casa, hijos, un marido que trabajaba bien, soñaba con comprar un juego de comedor. Para tanto no había. ¿Qué hizo? No se suicidó ni se dedicó a chupar. Eso sí, no se rindió. Juntaba moneditas de los vueltos de la compra diaria. De a cinco centavos. A la vuelta de los años tuvo cuarenta pesos. Una fortuna. Agarró la bolsita con las monedas y se la llevó al verdulero al que casi le da un ataque y ahí mismo le cambió las moneditas por billetes. Ella se fue a una mueblería paqueta y compró un juego de comedor: mesa redonda que podía alargarse, ocho sillas y dos sillones para las cabeceras, un aparador y una vitrina. Enceró el piso, puso cortinas, cerró la puerta con llave y todas las mañanas entraba a "su" comedor, tomaba un té o no tomaba nada pero se quedaba ahí, gozando de su triunfo. (...)
tengo que confesar que las situaciones reales, la vida real, el realismo, la actualidad, la vida diaria, no sólo me tienen sin cuidado sino que no me interesan. Y no sólo no me interesan sino que me disgustan profundamente. Hay escritores y escritoras que con ese material hacen maravillas: no estoy diciendo que lo mío es lo deseable y necesario, de ninguna manera. Lo que digo es que yo miro hacia otro lado. Por eso empecé escribiendo ciencia ficción. Después descubrí que no necesitaba limitarme a eso. Descubrí que a la vida hay que mirarla en busca de lo que una necesita para escribir novelas. Yo necesito los dobleces misteriosos, lo que no se ve. En otras palabras: la vida es absolutamente fantástica, increíble, impensable, inabarcable. Puedo como en este caso escribir la vida de una mina que termina por averiguar lo que quiere ser y que pasa por todo lo que pasa hasta conseguirlo, pero no me quedo o trato de no quedarme en eso. Tal vez a todos aquellos que escriben les haga falta eso. Algunos lo consiguen, benditos sean. Quiero decir que todo escriba escribe, lo sepa o no, realismo mágico. (...)
todos quienes escribimos narrativa estamos rindiéndoles homenaje a las palabras. Todos, desde la chica que está planeando escribir su primer cuento hasta don Miguel de Cervantes. Todos construimos mundos, los hacemos funcionar, los despojamos, los enriquecemos, los maltratamos, los premiamos, los llenamos de personajes, los vemos dar vueltas y vueltas en nuestra imaginación. Somos por un rato reyes y diosas y somos el destino y la suerte… Todo gracias a las palabras. Fuimos humanos cuando por primera vez hablamos en vez de gruñir y aullar: fuimos humanos cuando tuvimos palabra. Y tenemos la obligación de escribir porque tenemos palabra, para rendir homenaje a las palabras."
Angélica Gorodischer en entrevista con Tiempo Argentino.
Se puede leer completa por aquí:
http://tiempo.infonews.com/nota/145240/a-la-vida-la-miro-en-busca-de-lo-necesario-para-escribir-novelas