viernes, 5 de abril de 2013

Fly me to the *trabajo de papá*



"Group portrait of NASA's Apollo 11 astronauts as they pose with their families on a model of the moon, March 1969. Pictured are, at top, from left, astronaut Michael Collins, children Mike, Kate, and Ann, and his wife Pat (nee Patricia Finnegan); at left, astronuat Edwin Aldrin Jr, his wife Joan, and children Mike, Jan, and Andy; at right, astronaut Neil Armstrong and his wife Jan (nee Shearon), and children Ricky and Mark."

miércoles, 3 de abril de 2013

El Hendrix de Moebius

Hay que ir y abrazar al momento en que el Universo unió la música de Hendrix con las ilustraciones de Moebius.

Esta magia de juntada termina siendo un art book llamado Electric Emotions donde se da un simbiosis maestra de psicodelia, en donde quedan potenciadas y expuestas a la máxima luz divina las personalidades de cada uno.

Muestrario ideal para quienes creen que la música y el cómic no pueden ser amantes.

¡Qué viva la evolución!












Todo Moebius
http://bit.ly/1H8r7Ok



Las monjas y santuarios de Camille Clovis Trouille

La inmaculada concepción, de CCT

Camille Clovis Trouille



lunes, 1 de abril de 2013

Dash Snow * collages
















Hola y adiós


Hola y adiós no es de mis favoritos de Ray pero ayer lo releí y pasó algo diferente en ciertas frases. Definitivamente todo lo que sea "tiempo" a partir de cierta edad provoca acercamientos de otro tipo. (Otra excusa más en mi vida para defender por qué los libros y las pelis se pueden leer y ver miles de veces. Eso de la repetición, del loop, no es cosa de las canciones nada más, aunque claro, corren con ventaja por velocidad, comodidad y sí, el tiempo de inversión).

Aquí unos rescates de Hola y adiós, pegados como si fueran todo uno, un poco jugando y otro para evitar cagarle la lectura del texto completo a alguien por si aún no lo conoce:

"Pues claro que se iba, qué otra cosa podía hacer, el tiempo se había agotado y se iba, se iba muy lejos.
Vio en el espejo de su cómoda un rostro formado por dientes de león de junio, manzanas de julio y leche de cálida mañana de verano. Allí, como siempre, se reflejaban el ángel y el inocente, aquella efigie que tal vez nunca, en todos los años de su vida, llegase a cambiar. 
 -No resulta fácil irse -dijo Willie-. Se acostumbra uno a la situación. Desea uno quedarse, pero no puede ser.  
Cuando veo una ciudad que promete ser verde y agradable, me quedo. 
Y los años que pasan, que vuelan; las voces, y los rostros, y las gentes; las primeras conversaciones, siempre las mismas.  
¡Qué vergüenza que todas esas flores hayan de ser cortadas, que sea preciso extinguir el fulgor de esos fuegos! Qué vergüenza que éstos, todos esos que vemos en las escuelas o correteando por ahí hayan de tornarse altos y desagradables; que luego lleguen las arrugas, la sal y la pimienta en el pelo, o la calvicie, para luego, finalmente, puros huesos y resuellos, tener que morir, enterrados y olvidados.
En aquel mismo instante supe cuál iba a ser mi trabajo durante el resto de mi vida. Sí, había trabajo para mí, después de todo: hacer felices a gentes solitarias. Mantenerme ocupado. Jugar eternamente. Me di cuenta de que tendría que jugar eternamente.
Habré doblado el cabo de las tormentas, habré olvidado las insatisfacciones y casi todos los sueños. Tal vez entonces pueda comportarme con naturalidad y representar mi papel hasta el final.
Se despertó de madrugada, una madrugada con olor de la neblina y del frío metal, envuelto en el olor ferroso del tren que lo rodeaba, los huesos sacudidos, entumecidos los miembros por toda una noche de viaje. Se despertó con olor de sol tras el horizonte; su vista se tendió sobre una pequeña villa recién surgida del sueño. Se estaban encendiendo las primeras luces, murmuraban quedas las voces; una señal roja oscilaba adelante y atrás, atrás y adelante, en el aire frío de la mañana. Había ese silencio somnoliento en el cual los ecos están dignificados por la claridad, en el cual los ecos se encuentran desnudos, nítidos y solitario.
Después, mientras el sol se alzaba, echó a andar a toda prisa para guardar el calor, bajando de la estación, entrando en la nueva ciudad."


Y sin querer, o sumamente queriendo, quién sabe, suena de fondo:



"At my request, you take me in
In that tenderness, I am floating away
No certainty, nothing to rely on
Holding still for a moment
What a moment this is
Oh for a moment of forgetting, a moment of bliss

I can hear the distant thunder
Of a million unheard souls
Of a million unheard souls...

It was all for the union"