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martes, 24 de julio de 2018

domingo, 19 de noviembre de 2017

Belle de jour

Luis Buñuel dirigiendo Belle de jour

Por cierto, "Quizás sean su gran ternura, su pureza soberbia y la poesía de su fantasía las que le fuerzan a dar a conocer lo repugnante y el poder de la maldad" dijo Henry Miller de Buñuel ♥




sábado, 16 de septiembre de 2017

Oh, chau, cariño ♥

el Harry Dean Stanton de Alien fue el primero que conocí. hoy duermo abrazada a París, Texas. ojalá le hayan dicho que nos dio todo lo bello que alguien puede dar.



lunes, 11 de septiembre de 2017

Estado mental

hay algo de amor propio en saber que no estoy emocionalmente disponible como para ver Bojack Horseman y elegir, por ahora, no verlo

lunes, 28 de noviembre de 2016

Realismo y deseo (a través de las obras de Brosio y Hopper)

Nota publicada en Revista Paco / Pintura de John Brosio

El californiano John Brosio pinta un mundo extasiado, mezclando en dosis exactas la paranoia actual y la nostalgia mitológica que se nos presenta como ese fin de los tiempos que nunca llegamos a ver, porque nunca termina de suceder, más allá de nuestros propios colapsos, y es justamente en eso en lo que se concentra.

Para Brosio no somos nada y a la vez somos testigos privilegiados de una inmensidad despiadada que aumenta su poder aliada a nuestra propia abstracción. Una abstracción que se presenta legitimada y cotidiana, prácticamente como un derecho, en tiempos donde los derechos se exigen y se viven, desprendiéndose de los compromisos y responsabilidades que los contienen, que es lo que a la larga los hace imbatibles. Sin esa estructura y direccionamiento, el derecho exigido y vivido, queda reducido a otro claro reflejo de época, la exhibición.

Así, vemos a varios de sus protagonistas posando entre bombardeos que no son llamas accidentales, son más bien informativas, psíquicas y emocionales. El artista, que obliga a todos sus personajes a convivir con la ferocidad ajena y a exponer la propia, no conforme con ello, también pone “del otro lado” a animales gigantes que, mayoritaria pero no únicamente, violentan la escena con su sola presencia. Para él, y tomando sus propias palabras, “los animales son lo insuperable”, y ese es el claro lugar que les da, irrumpiendo en la rutina humana de todas las maneras posibles.

Lo que acecha en cada una de sus obras es un estallido, un grito que nace desde lo profundo. Como el llanto de un bebe recién nacido que anuncia su llegada, ese alarido anuncia una metamorfosis que somete al espacio y a la persona. La explosión exterior, presentada a través de diferentes fenómenos de la naturaleza, no es ni más ni menos que el reflejo del proceso interior que, tanto afuera como adentro, ya está ahí cambiándonos el mundo (nuestro mundo).

Cruzándose en una ruta, cortando el tránsito, tomando sus casas, en sus platos de comida, etc., los personajes quedan enfrente de lo insuperable cuando menos lo esperan. O sea, quedan enfrente de lo temido cuando menos lo esperan. ¿Hay manera de pensar que lo temido puede ser algo diferente al deseo? En ese encuentro, las respuestas humanas aparecen en forma de huida o de estática. La abstracción ya no alcanza y da paso a la represión. Ahí, aparece la fatalidad de las piezas, cuando vemos que lo oculto, lo ignorado o lo que creíamos controlado, nos viene a buscar porque le llegó la hora de ser. O sea, no hay manera de pensar que eso insuperable, temido, no surja del deseo y de lo que hacemos / no hacemos con él.

En esa “presencia no presente” (no proactiva, no vital) el californiano genera un nuevo nivel de tensión que penetra aun más fuerte el dedo en la llaga de lo que resistimos / insistimos. A través de  rostros desdibujados y un aura fantasmal, una nueva legión humana aparece en escena. Su avanzar es suave pero firme, direccionado, sabiendo que nosotros podemos confiar en nuestro poder de elección pero que ellos tienen todo el tiempo a su favor para torturarnos lentamente y a diario, recordándonos que, aunque creamos, no, no tenemos el control, y “eso” insuperable, que primero quemó y luego se nos presentó como el iceberg fatal, volverá una y otra vez. Porque atrás de la fantasía del orden heredado y del que nos vamos creando, las garras de la abstracción y represión siguen haciendo lo suyo frente a lo que nos fue sucediendo por fuera del plan maestro al que nos aferramos. Ergo, lo que sucede nunca empieza ni termina cuando nosotros lo estamos viendo, porque ahí está, justamente, la otra cara de la fuerza natural.

John Brosio

Ligeramente podemos ver como sus secuencias coquetean con lo fantástico pero si nos apartamos de la potencia visual de sus obras lo que gratamente encontramos es la actualización del realismo americano de la primera mitad del siglo XX, más precisamente de las obras y temas de Edward Hopper.

John Brosio, que nace en 1967, año en el que muere Hopper, lo toma como punto de partida pero no intenta hacer algo igual, y esa diferenciación espontánea va más allá de los estilos, radica directamente en ese privilegio, lastimoso y gozado, como Dios manda, de que el californiano vivió gran parte de su vida en el siglo XX y avanza sobre este; su visión artística se desarrolla bajo “la ley” de un arte contemporáneo que, hijo del mundo moderno, encuentra su vitamina en el espíritu pop / descartable de los tiempos y que él entiende y ensambla a la perfección.


Brosio


Railroad Crossing / Hopper

Hopper, que también tuvo su salto de siglos del XIX al XX,  creció y vivió en un mundo que buscaba soluciones en las guerras, llegando a sus últimos años a convivir con el asomo del progresismo reflejado en los nuevos movimientos culturales. Poco más de 350 pinturas conforman su trabajo total, lo que para la crítica especializada convencional sabe a poco, como si importara la cantidad. En varias de sus biografías se hace referencia a la angustia con la que enfrentaba los procesos creativos, padeciéndolos por “largos y lentos”. En su forma de trabajar era indispensable el estudio previo, y si bien tenía en claro cuando los comenzaba, nunca podía estimar cuando los terminaba. Le costaba, según él, encontrar un tema a contar y la mejor manera de desarrollarlo. Esos trabajos previos en papel y lápiz, delicados y cuidados, han sido expuestos en varias oportunidades, no solamente como muestra de lo meticuloso sino también valorando la belleza en sí de esos bocetos en los que se ven pruebas de posturas, perspectivas, anotaciones de luz, etc. Varias de sus obras principales las vendió entre 3 mil y 5 mil dólares, cotizaciones de artista reconocido pero “del montón” o, mejor dicho, de “artista local”, porque, de hecho, no se sabía de él en términos populares o masivos, aunque también en muchos ámbitos especializados, más allá de Estados Unidos, lo que hoy con internet parece ser un imposible.

¿Es posible pensar cómo pintaría Hopper hoy, dónde buscaría el silencio, qué lectura haría de las relaciones, de las transformaciones urbanas, cuál sería su interpretación de la “solitariedad” actual, cómo comprendería lo íntimo y lo privado, cómo manejaría las herramientas y medios para desarrollar sus piezas? Es posible pensarlo y muchas respuestas, o confirmaciones, se encuentran mirando lo que hace John Brosio. Lo que uno expone a través de silencios, miradas perdidas y esperas, el otro lo visibiliza en tornados y explosiones, en animales y fantasmas.

Igualmente lo que me resulta más interesante pensar es si en este siglo Hopper se hubiera dedicado a pintar o si su arte también, partiendo desde esta actualidad, se hubiese vuelto un legado indispensable, influenciando lo cultural de la manera que lo ha hecho (y hace). Este planteo no pone en duda su capacidad y sensibilidad de artista único,  más bien apunta a la voracidad con la que el arte contemporáneo contiene, proyecta y destruye lo que genera.

Early Sunday Morning / Hopper

Brosio

John Brosio comparte su biografía de una manera muy particular, pero que nos permite, justamente, entender mejor esta cuestión partiendo de las influencias que se dan entre el arte y cine/televisión. Sin poner fechas concretas, arma un recorrido sobre su nacimiento y despertar vocacional a partir de la salida de Star Wars; cuenta que luego de verla, una tarde llegó del colegio y le pidió a su madre un dineral para hacer una película, frente a la negativa obvia se puso a dibujar monstruos y naves. Pero al nombrar como principales fuentes de inspiración a las periferias de California y los tornados, y también ya conociendo su trabajo, lo que vemos es cómo encontró en su rutina de niño, perteneciente a un familia tipo y con los sobresaltos naturales californianos, lo espectacular que el cine le ofrecía “a la vuelta de su casa”. Star Wars, o el cine en sí, aparece como la educación sentimental que domestica su visión para contarnos lo cotidiano.

Lo que tenemos con Hopper es también una inspiración enraizada en lo concreto, desde paisajes y arquitectura hasta todo lo que hace a la vida en la ciudad y alrededores,  pero es el cine el que lo toma como educador sentimental. Claro, partimos de que se estima que profesionalmente arranca a pintar alrededor de 1905, momento en el que el cine comienza a tomar forma y a acrecentar su caudal de propuestas. Podemos decir que su arte y la pantalla grande crecieron en paralelo, pero aun cuando el artista podría haber empezado a tomar cosas del séptimo arte tampoco lo hizo e inversamente no paró de ocurrir.

Las influencias de la obra hopperiana a diferentes directores son invalorables. Alfred Hitchcock, Jim Jarmusch, David Lynch, Wim Wenders, entre otros, le han dado un exquisito lugar a su arte. Pero también aparece el paso en falso, por ejemplo, la película Shirley: Visions of Reality, de Gustav Deutsch (2013), pretenciosa e inevitablemente fallida y narcisista, toma trece de sus pinturas para presentar un cine conceptual que intenta comerse a las obras.

Room in NY / Hopper

Especiales de MTV, Los Simpson, Cold Case son algunos de los programas televisivos que tomaron a Hopper para homenajearlo o como inspiración, pero, quizás, la más perfecta réplica y menos reconocida se da en la serie Mad Men. A lo largo de todas las temporadas podemos ver prácticamente su obra completa. De hecho, de no existir ese legado, los planos de la serie hubieran sido absolutamente diferentes y eso hubiese devaluado a la historia que nos sedujo, entre otras tantas cuestiones, por las composiciones psíquicas de sus personajes y la intimidad justa, medida, que iban generando con uno como espectador, como si sus directores hubieran tomado esos viejos bocetos de estudios que hacía el pintor antes de empezar cada pieza para poder generar el diálogo exacto de sensualidad, misterio y reflejo con el observante.

Summer Evening / Hopper

Dicho esto, no tiene sentido preguntarnos por los personajes de Mad Men hoy porque la respuesta vuelve a ser John Brosio y ese deseo que no muerde pero estremece. Habiendo comprendido que el realismo actual no puede desprenderse de lo fantástico, incluso obligándonos a repensar acerca de lo extraordinario tal cómo lo imaginábamos hasta hace unos años, el artista aporta incomodidad a un arte contemporáneo que pasa su peor momento, rehén de la moda autoayuda y espiritualidad mal entendida, fan del entusiasmo descremado que reza “si sucede conviene”, “amar garpa”, entre otras ligerezas modernas que anestesian los sentidos, y se encaprichan en moralizar (siendo la moralización en este mundo de hoy, ni más ni menos, que otro elemento más para domar el sentir, para querer neutralizar pasiones, evitar los riesgos y los procesos que trae verse envuelto en llamas, y, sobre todo, el reflejo que nos da ver a otros atravesándolas).

Frente a eso ya hay reacciones, tal vez la más contundente y menos esperada es el triunfo de Trump. “Fuck your feelings” rezaban las camisetas en el último tramo de su campaña, convirtiéndose así en una de las reacciones más políticas de los últimos tiempos (frente a un progresismo universal autoritario, que mal romantiza la política a tal punto que alimenta los monstruos de los que busca escapar). Hay un nuevo paradigma cultural, sin dudas, y el arte contemporáneo está obligado a ver; salvo que su destino sea convertirse en una cuna de decoradores, mientras el mundo arde y los pocos registros artísticos que valen la experiencia de ser vistos (vividos) llegan con autores no tan jóvenes y/o que encontraron en la primera mitad del siglo XX a sus maestros.


Más sobre Brosio en este blog
Más sobre Hopper en este blog

miércoles, 5 de octubre de 2016

Variadito de miércoles


"A.M.O.R. / L.O.V.E." una escultura de Maurizio Cattelan que está en la Piazza Affari de Milan.
Cattelan es este mismo > https://irseesllegaryviceversa.blogspot.com.ar/2016/05/el.html

 Los cinco sentidos, de Abraham Bosse (1635)

Se dice que el día de mayor venta de flores en Estados Unidos fue con la muerte de Elvis Presley.
 
Stephen King and Drew Barrymore on the set of Firestarter


Una foto hermosa de Bettie Page

sábado, 27 de febrero de 2016

La Rivoluzione non è che un sentimento

L'alba meridionale

Torno, ritrovo il fenomeno della fuga 
del capitale, l’epifenomeno (infimo) 
dell’avanguardia. La polizia tributaria 
(quasi accertamento filosofico
sugli incartamentidi un poeta) 
fruga in quel fatto privato che sono i soldi, 
contaminati da carità, dolenti
di inspiegabili consunzioni, e pieni 
di senso di colpa, come il corpo da ragzzi:
però con mia gongolante leggerezza perché qua, 
non c’è da accertare nulla, se non la mia ingenuità. 
Torno, e trovo milioni di uomini occupati 
soltanto a vivere come barbari discesi
da poco su una terra felice, estranei 
ad essa, e suoi possessori. Così nella vigilia 
della Preistoria che a tutto ciò darà senso,
riprendo a Roma le mie abitudini 
di bestia ferita, che guarda negli occhi, 
godendo del morire, i suoi feritori...
.
Torno... e una sera il mondo è nuovo, 
una sera in cui non accade nulla - solo, 
corro in macchina - e guardo in fondo 
all’azzurro le case del Prenestino – 
le guardo, non me ne accorgo, e invece, 
quest’immagine di case popolari 
dentro l’azzurro della sera, deve 
restarmi come un’immagine del mondo 
(davvero chiedono gli uomini altro che vivere?)
- case qui piccole, muffite, di crosta bianca, 
là alte, quasi palazzi, isole color terra, 
galleggianti nel fumo che le fa stupende, 
sopra vuoti di strade infossate, non finite,
nel fango, sterri abbandonati, e resti 
d’orti con le loro siepi - tutto tacendo 
come per notturna pace, nel giorno. E gli uomini 
che vivono in quest’ora al Prenestino 
sono affogati anch’essi in quelle strie 
sognanti di celeste con sognanti lumi
- quasi in un crepuscolo che mai 
si debba fare notte - quasi consci, 
in attesa di un tram, alle finestre, 
che l’ora vera dell’uomo è l’agonia - 
e lieti, quasi, di ciò, coi loro piccoli, 
i loro guai, la loro eterna sera - 
ah, grazia esistenziale degli uomini,
vita che si svolge, solo, come vera, 
in un paesaggio dove ogni corpo è solo 
una realtà lontana, un povero innocente.
.
Torno, e mi trovo, prima d’un appuntamento
da Carlo o Carlone, da Nino a Via Rasella 
o da Nino a Via Borgognona, in una zona 
oggetto di mie sole frequentazioni... 
Due o tre tram e migliaia di fratelli 
(col bar luccicante sullo spiazzo, 
e il dolore, spento nelle coscienze italiane, 
d’essere poveri, il dolore del ritorno a casa, 
nel fango, sotto nuove catene di palazzi) 
che lottano, si colpiscono, si odiano tra loro, 
per la meta di un gradino sul tram, nel buio, 
nella sera che li ignora, perduti in un caos 
che il solo fatto d’appartenere a un rione remoto 
lo delude nel suo essere una cosa reale. 
Io mi ritrovo il vecchio cuore, e pago 
il tributo ad esso, con lacrime 
ricacciate, odiate, e nella bocca 
le parole della bandiera rossa, 
le parole che ogni uomo sa, e sa far tacere. 
Nulla è mutato! siamo ancora negli Anni Cinquanta! 
siamo negli Anni Quaranta! prendete le armi! 
Ma la sera è più forte di ogni dolore. 
Piano piano i due tre tram la vincono 
sulle migliaia di operai, lo spiazzo 
è quello dei dopocena, sul fango, sereno, 
brilla il chiaro d’una baracca di biliardi, 
la poca gente fa la coda, nel vento 
di scirocco di una sera del Mille, aspettando 
il suo tram che la porti alla buia borgata. 
La Rivoluzione non è che un sentimento.


El alba meridional

Vuelvo, encuentro de nuevo el fenómeno de la fuga
de capitales, el epifenómeno (ínfimo)
de la vanguardia. La brigada de delitos monetarios
(averiguación casí filosófica
en los expedientes de un poeta)
hurga en ese hecho privado que es el dinero
contaminado por la caridad, doliente
de inexplicables consunciones, y lleno
de sentido de culpa, como el cuerpo de jóvenes,
pero con alborozada ligereza porque aquí
no hay nada por averiguar sino mi propia ingenuidad.
Vuelvo, y me encuentro con millones de hombres afanados
tan sólo en vivir como bárbaros recién bajados
a una tierra feliz, ajenos
a ella y de ella dueños. De modo que en la vigilia
de la Prehistoria que a todo esto proporcionará sentido,
retomo en Roma mis costumbres
de bestia herida que, gozando de la muerte,
mira a los ojos a sus verdugos…
.
Vuelvo… y una noche el mundo se hace nuevo,
una noche en la que no pasa nada – corro
solo en el coche – y miro al fondo
del azul las casas del Prenestino-
las miro, no me fijo en ellas y, sin embargo,
esta imagen de casas populares
en el azul del anochecer va a quedar
en mí como una imagen del mundo
(¿en serio piden los hombres algo más que vivir?)
- aquí casas pequeñas, enmohecidas, con costras blancas,
allí altas, casi palacios, islas de color tierra,
flotando en el humo que las magnifica,
sobre vacíos de calles con baches, inacabadas
en el fango, escombros abandonados y restos
de huertos con sus setos – callando todo,
como nocturna paz en el día. Y los hombres
que a esta hora viven en el Prenestino
están, también ellos, ahogados en esas estrías
soñando con celeste y con luces de sueño
- como un crepúsculo que nunca
anocheciese - casi conscientes,
mientras esperan de un tranvía, en las ventanas,
de que la hora verdadera del hombre es la agonía -
y casi contentos de ello, con sus pequeños,
sus problemas, su tarde eterna -
ay, gracia existencial de los hombres,
vida que tiene lugar, como verdadera, sólo
en un paisaje donde cada cuerpo
no es más que una realidad lejana, un pobre inocente.
.
Vuelvo, y me encuentro, antes de una cita
en casa de Carlo o Carlone, en la de Nino en Via Rasella
o en la de Nino en Via Borgognona, en una zona
objeto de mis solitarias incursiones…
Dos o tres tranvías y millones de hermanos
(el bar brillando en el descampado
y el dolor de ser pobres apagado
en las consciencias italianas, el dolor de la vuelta
a casa por el barro, bajo cadenas nuevas deedificios)
que luchan, se golpean, se odian entre sí,
por alcanzar un escalón en el tranvía, en la oscuridad,
en la noche que les ignora, perdidos en un caos
que el mero hecho de pertenecer a un suburbio alejado
le desilusiona en su ser cosa real.
Reencuentro mi viejo corazón y pago
el correspondiente tributo, con lágrimas
tragadas, odiadas, y en la boca
las letra de la bandera roja,
las palabras que todo el mundo sabe y sabe hacer callar.
¡Nada ha cambiado! ¡Seguimos en los años Cincuenta!
¡Seguimos en los años Cuarenta! ¡A las armas!
Pero la noche es más fuerte que cualquier dolor.
Poco a poco los dos o tres tranvías vencen
a los miles de obreros, el descampado
es ese de las sobremesas, sobre el barro, sereno,
brilla el resplandor de una caseta de billares,
la escasa gente hace cola al viento
del anochecer, siroco del año mil, esperando
el tranvía que le devuelva a su oscura barriada.
La Revolución es tan sólo un sentimiento.

sábado, 6 de febrero de 2016

Bowie x Butcher Billy

El brasilero Butcher Billy viene hace meses armando la serie Changes que homenajea a Bowie desplegando todos los fuertes de su estilo (cómic, cine, música, pulp y arte pop). Hace unos días, y como parte de un homenaje despedida, DMag publicó varias piezas de la obra. El artista aclaró que sigue siendo un "work in progress".