Autorretrato, 1998 |
Sus puntos de partida son los mismos que los de su generación más íntima y cercana: skaters, graffitis, suburbios de ciudades y emocionales, los rituales, el ocultismo, la amistad como familia, lo salvaje, el uso del cuerpo incluso más allá de la desnudez, la experimentación teniendo al cuerpo y sus fluidos como grandes protagonistas, el riesgo constante - en carne propia, en la búsqueda creativa, en el relato fotográfico -, la no repetición de fórmulas, el juego, los extremos y la naturaleza aún en el centro de las ciudades presentada a través de la presencia y el simbolismo del instinto.
Hermanado a Dash Snow, junto a Dan Colen, es imposible no ver la transmutación profunda que da su obra post muerte de Snow, no como un despegar sino como una necesidad de limpiar, sanar, dándole a todos esos mismos puntos de partida - que siguen siendo el espíritu de sus imágenes - una revancha, una nueva mirada. La eterna lucha de la luz y la oscuridad en la que nunca gana definitivamente un parte, es la propia vida la que va dándole más poder a una o a otra. Si hay algo de madurez en esto, él supo como plasmarlo mostrando porqué siempre fue la pata alquímica de esa "santísima trinidad".
Ryan McGinley, Dash Snow & Dan-Colen |
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