"(...) ¿Es que en las novelas todas las mujeres tienen que terminar hechas un guiñapo para demostrar, ay, cuánto nos hacen sufrir el machismo, la discriminación, la incomprensión etc? Mi abuela paterna era una inmigrante analfabeta. Cuando tuvo una casa, hijos, un marido que trabajaba bien, soñaba con comprar un juego de comedor. Para tanto no había. ¿Qué hizo? No se suicidó ni se dedicó a chupar. Eso sí, no se rindió. Juntaba moneditas de los vueltos de la compra diaria. De a cinco centavos. A la vuelta de los años tuvo cuarenta pesos. Una fortuna. Agarró la bolsita con las monedas y se la llevó al verdulero al que casi le da un ataque y ahí mismo le cambió las moneditas por billetes. Ella se fue a una mueblería paqueta y compró un juego de comedor: mesa redonda que podía alargarse, ocho sillas y dos sillones para las cabeceras, un aparador y una vitrina. Enceró el piso, puso cortinas, cerró la puerta con llave y todas las mañanas entraba a "su" comedor, tomaba un té o no tomaba nada pero se quedaba ahí, gozando de su triunfo. (...)
tengo que confesar que las situaciones reales, la vida real, el realismo, la actualidad, la vida diaria, no sólo me tienen sin cuidado sino que no me interesan. Y no sólo no me interesan sino que me disgustan profundamente. Hay escritores y escritoras que con ese material hacen maravillas: no estoy diciendo que lo mío es lo deseable y necesario, de ninguna manera. Lo que digo es que yo miro hacia otro lado. Por eso empecé escribiendo ciencia ficción. Después descubrí que no necesitaba limitarme a eso. Descubrí que a la vida hay que mirarla en busca de lo que una necesita para escribir novelas. Yo necesito los dobleces misteriosos, lo que no se ve. En otras palabras: la vida es absolutamente fantástica, increíble, impensable, inabarcable. Puedo como en este caso escribir la vida de una mina que termina por averiguar lo que quiere ser y que pasa por todo lo que pasa hasta conseguirlo, pero no me quedo o trato de no quedarme en eso. Tal vez a todos aquellos que escriben les haga falta eso. Algunos lo consiguen, benditos sean. Quiero decir que todo escriba escribe, lo sepa o no, realismo mágico. (...)
todos quienes escribimos narrativa estamos rindiéndoles homenaje a las palabras. Todos, desde la chica que está planeando escribir su primer cuento hasta don Miguel de Cervantes. Todos construimos mundos, los hacemos funcionar, los despojamos, los enriquecemos, los maltratamos, los premiamos, los llenamos de personajes, los vemos dar vueltas y vueltas en nuestra imaginación. Somos por un rato reyes y diosas y somos el destino y la suerte… Todo gracias a las palabras. Fuimos humanos cuando por primera vez hablamos en vez de gruñir y aullar: fuimos humanos cuando tuvimos palabra. Y tenemos la obligación de escribir porque tenemos palabra, para rendir homenaje a las palabras."
Angélica Gorodischer en entrevista con Tiempo Argentino.
Se puede leer completa por aquí:
http://tiempo.infonews.com/nota/145240/a-la-vida-la-miro-en-busca-de-lo-necesario-para-escribir-novelas