Serendipia, por Juan Terranova
Desde la superposición, la yuxtaposición y la abundacia de planos y personajes, el arte de Barb Pistoia nos transmite una idea precisa: ahí donde hay ternura, quizás también haya violencia; cuando triunfa la pasión tal vez también se vea un poco de sombra o ironía; en ese encuentro esmerado de colores es muy posible que se asome una tormenta o una fragmento de líbido intransigente. Esto genera vértigo y sensualidad, pero el balance general de las obras de Pistoia, su esmerada composición, nos brinda un marco de acercamiento amable.Un Triceratops conducido por un jinete visitan en negativo la superficie lunar. Un disco compacto refleja el deseo. De una vagina roja que es una sandía surge un dinosaurio pero toda esa excentricidad de colores es producto de la imaginación de una pareja seria en blanco y negro. Un cráneo se abre para mostrar la belleza solapada de un hongo nuclear en una día de sol y desde el corte desfila un personaje femenino al cual un T-Rex se resiste a entregar su ramo de flores.
El dinosaurio es aquí un medio de transporte onírico, también protagonista lúdico y su presencia señala algo que se desata, que no se controla. Como fotos pop de nuestros inconsciente, las combinación plásticas de Pistoia parecen retratar esos momentos en que nuestra mente se funde con el paisaje, se complejiza con recuerdos de imágenes televisivas, figuras de antiguas revistas, de enciclopedias olvidadas, narraciones que surgen de historias de ciencia ficción que nunca concluyeron. Y por eso estas son obras festivas, alegres incluso en la amenaza o la oscuridad.
¿De dónde llega esa alegría, esa positividad? Sin duda del amor intenso por la variación y de la vocación irrefrenable por crear.