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jueves, 20 de octubre de 2016

Serendipia (una cita con los dinosaurios)


Serendipia, por Juan Terranova

Desde la superposición, la yuxtaposición y la abundacia de planos y personajes, el arte de Barb Pistoia nos transmite una idea precisa: ahí donde hay ternura, quizás también haya violencia; cuando triunfa la pasión tal vez también se vea un poco de sombra o ironía; en ese encuentro esmerado de colores es muy posible que se asome una tormenta o una fragmento de líbido intransigente. Esto genera vértigo y sensualidad, pero el balance general de las obras de Pistoia, su esmerada composición, nos brinda un marco de acercamiento amable.

Un Triceratops conducido por un jinete visitan en negativo la superficie lunar. Un disco compacto refleja el deseo. De una vagina roja que es una sandía surge un dinosaurio pero toda esa excentricidad de colores es producto de la imaginación de una pareja seria en blanco y negro. Un cráneo se abre para mostrar la belleza solapada de un hongo nuclear en una día de sol y desde el corte desfila un personaje femenino al cual un T-Rex se resiste a entregar su ramo de flores.

El dinosaurio es aquí un medio de transporte onírico, también protagonista lúdico y su presencia señala algo que se desata, que no se controla. Como fotos pop de nuestros inconsciente, las combinación plásticas de Pistoia parecen retratar esos momentos en que nuestra mente se funde con el paisaje, se complejiza con recuerdos de imágenes televisivas, figuras de antiguas revistas, de enciclopedias olvidadas, narraciones que surgen de historias de ciencia ficción que nunca concluyeron. Y por eso estas son obras festivas, alegres incluso en la amenaza o la oscuridad.

¿De dónde llega esa alegría, esa positividad? Sin duda del amor intenso por la variación y de la vocación irrefrenable por crear.

Ulla Jokisalo

Ulla Jokisalo



miércoles, 22 de junio de 2016

Waldemar Strempler


Fotógrafo y diseñador gráfico, residente en Berlín, es un gran ensamblador de técnicas que se hace conocido a partir de sus collages y fotomontajes.
Su obra parte de elementos concretos, por lo general nobles, que son intervenidos con pintura, ilustración y diferentes tintes, para luego ser cruzados con otras texturas. Como en sus creaciones es recurrente ver la lucha entre las tradiciones y los mandatos propios con la vida moderna, sus trabajos integran estilos y, por ende, tiempos / actualidades.
El resultado son piezas nostálgicas que, lejos de ser silenciosas, hablan fuerte de la visión cínica de su autor sobre las relaciones, comunicación, tecnología y naturaleza. Ergo, lo que incomoda es el opuesto a cada uno de esos temas que terminan por nuclearse en las trampas que todos conocemos cuando nos dejamos llevar por los deseos de control.
Imposible no recordar en el repaso de imágenes a Dash Snow pero, cliché aparte, "el alumno supera al maestro" básicamente porque Strempler no se quedó en el juego de lo border, apostando a que su propia madurez enriquezca su obra.

























martes, 24 de febrero de 2015

Histeria



Walking gun de Laurie Simmons


Con la cabeza abajo del chorro de agua fría.
Con tu mirada en mi sien y tus pensamientos en mi nuca.
Con tus manos en mis tetas y tu boca en el hombro izquierdo.
Con tus palabras adecuadas en una oreja y las frases suaves en la otra.
Con tus rodillas haciendo juego en las mías, tu sexo en mi cadera pero también en mi paladar.
Con tu misterio en mi estómago, tu humor en mi entrepierna y tu lengua en mi atmósfera.
Agarré el lanzallamas, liberé al halcón y escupí al cielo.
Hay una aurora boreal que parece todo poder y me arma a cada acercamiento, me empuja a cada lugar en el que tardé en llegar y cuando llego se vuelve profunda caída en un azul grave.
Me ahogo.
No siempre te veo.
Todo pareciera irse de nuevo, otra vez más movimiento.
Ahora sí, estás.
Me asombra el azar o que hayamos perdido la cuenta y forzado estar en una misma línea de fuego.
Estamos como quién espera algo.
No te voy a esperar, me acomodo y busco respirar hondo.
De nuevo te pierdo en el azul.
No entro en pánico.
Algo dejé para cada noche tuya, para ese momento anterior a que apagues la última luz.
Ese detalle te sorprende.
Quiero que me dediques el final.
Esa sutileza que nos convidamos se vuelve mal.
Somos vulnerables al animal del otro, somos vulnerables a nosotros y no es algo que desconocemos.
Estamos enfermos.
Encantadores y seductores, conciencia suprema de lo que a esta hostilidad podemos dar.
Sos un enfermo, me encantás.
Por eso te encanto.
Estamos como quién desea.
El deseo nos mueve, no nos mata, no nos libera.
Me pregunto entonces si realmente estás.
Especulo el gemido mientras recibo tu aullido.
Desde ya que estás, es claro que estás.
Está sonando tu poderoso estar.
Te gusto y me vas a dar un beso que va a ser nocivo en el primer despertar después.
La rareza de "el día después".
Todos los días después de algo son raros, si se trata de nosotros además será un problema.
¿Estás?
Sí.
Hermoso todo con vos.
Tremendo, inquieto y nauseabundo.
¿Hasta dónde es seducción y cuándo nace el narcisismo si se demora en cortar la carne?
No siempre te veo porque muchas veces en tu sí no estás.
Me desapegué del verbo esperar pero juego un cadáver exquisito con todo lo que no te digo.
Hay un clima sensacional.
Abro la canilla y empiezo otra vez.
Con la cabeza abajo del chorro de agua fría, me mojo hasta disolverlo todo.
Vos, domador. Yo, también.
El miedo nos tendrá que dejar pasar.