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miércoles, 25 de febrero de 2015

Hunter S. Thompson, gonzo existencial




Esta carta fue publicada en el libro Letters of Note: An Eclectic Collection of Correspondence Deserving of a Wider Audienc editado en el 2013. 

Es una carta del año 1958 que Thompson le envía a Hume Logan, amigo personal que estaba en ese momento en medio de una "crisis existencial":

 April 22, 1958
57 Perry Street
New York City

Estimado Hume,

Usted me pide consejo: ¡ah, qué cosa más humana y peligrosa de hacer es esa! Dar consejos a un hombre que pregunta qué hacer con su vida implica algo muy cercano a la egolatría. Presumir de poder señalarle a un hombre con un dedo tembloroso la dirección correcta es un lugar que solo un tonto podría ocupar.

Yo no soy un tonto, pero respeto su sinceridad en pedir mi consejo. Le pido que, sin embargo, en la escucha de lo que digo, recuerde que todos los consejos sólo pueden ser un producto de quién los da, la verdad de uno puede ser un desastre al otro. No veo la vida a través de sus ojos ni a través mío. Si yo fuera a tratar de darle consejos específicos, sería un ciego guiando a otro ciego.

    "Ser o no ser: esa es la cuestión: Si es más noble para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un mar de problemas ..." (Shakespeare)

Y así es, esa es la cuestión: dejarse llevar por la corriente o nadar contra corriente para alcanzar una meta. Es una decisión que todo mundo debe tomar, consciente o inconscientemente, en algún momento de nuestra vida. ¡Muy pocas personas lo entienden! Piensa en cualquier decisión que hayas tomado y que haya repercutido en tu futuro. Tal vez erre, pero no concibo que exista otra opción —aunque indirecta— más que alguna de esas dos que te he dicho: dejarse llevar o nadar.

Pero, ¿por qué no flotar cuando no se tiene una meta? Esa es otra cosa. Es indudablemente mejor disfrutar las mareas que nadar en la incertidumbre. ¿Cómo es que una persona descubre su meta? No un castillo en el aire, sino una cosa real y tangible. ¿Cómo se puede estar seguro de que no se persigue “la gigantesca montaña de dulce”, la atractiva meta de azúcar un poco desabrida y sin substancia?

La respuesta - y, en cierto sentido, la tragedia de la vida - es que buscamos entender el objetivo y no al hombre. Establecemos una meta que nos exige ciertas cosas, y hacemos esas cosas. Nos adaptamos a las exigencias de un concepto que no puede ser válido. Cuando era joven, digamos que usted quería ser bombero. Me siento bastante seguro al decir que ya no quiere ser bombero. ¿Por qué? Debido a que su perspectiva ha cambiado. No es el bombero lo que ha cambiado, es usted.

Todo hombre es la suma total de sus reacciones a la experiencia. A medida que sus experiencias son diferentes y se multiplican, se convierte en un hombre diferente, y por lo tanto están los cambios de perspectiva. Esto sigue y sigue. Cada reacción es un proceso de aprendizaje, cada experiencia significativa altera su punto de vista.

Por lo que parece absurdo, ¿no?. Ajustar nuestras vidas a las exigencias de un objetivo que vemos de manera diferente cada día. ¿Cómo podríamos tener la esperanza de lograr algo que no sea una neurosis galopante?

La respuesta entonces no tiene que ver con las metas de ninguna manera, ni siquiera con metas tangibles. Tomaría resmas de papel describir esta opresión de la felicidad. Sólo Dios sabe cuántos libros se han escrito sobre “el significado del hombre” o algo por el estilo, y Dios sabrá cuántas personas han reflexionado sobre esto. (Digo “sólo Dios sabe” como una simple expresión.) No soy muy elocuente al tratar de explicártelo en un proverbio porque soy el primero en admitir mi absoluta falta de habilidades para reducir el significado de la vida a uno o dos párrafos.

Me propongo alejarme de la palabra “existencialismo”, sin embargo recuérdala como una palabra importante. Tal vez debas leer El ser y la nada de Jean-Paul Sartre y otro librito llamado Existencialismo: de Dostoyevsky a Sartre. Son meras recomendaciones. Si realmente te sientes satisfecho con lo que eres y con lo que haces entonces rehúye de esos libros. (No provoquemos al perro dormido.) Pero volviendo a la respuesta. Como te decía, tener fe en una meta tangible sería poco inteligente porque no luchamos por ser bomberos, no luchamos para ser banqueros, ni policías, ni doctores. Luchamos por ser nosotros mismos.

No me malinterpretes. No quiero decir que no podamos ser bomberos, banqueros o doctores, sino que debemos ajustar la meta a nosotros en lugar de ajustarnos nosotros a la meta. En toda persona la herencia y la cultura combinadas producen una criatura de ciertas habilidades y deseos con una enraizada necesidad de funcionar de tal manera que su vida sea significativa. Una persona debe ser algo porque no es nada.

Desde mi perspectiva, la fórmula sería esta: una persona debe escoger un camino que le permita explotar sus habilidades al máximo para que cumpla sus deseos. Al hacerlo, satisface una necesidad (otorgándose a sí mismo una identidad a través de una funcionalidad preestablecida para alcanzar una meta preestablecida), evita frustrar su potencial (escogiendo un camino que lo exime de los límites de su autodesarrollo) y evita el horror de ver su meta ya sea desvanecerse o menos atractiva conforme se acerca a ella (en lugar de ajustarse a las demandas que procura, modifica la meta de acuerdo a sus habilidades y deseos).

En suma, no debes abocar tu vida para alcanzar un meta predefinida, sino que debes escoger un estilo de vida que sabes que disfrutas. La meta es completamente secundaria: es la funcionalidad conforme a la meta lo que es importante. Suena casi ridículo que una persona deba funcionar de acuerdo a un patrón formulado por su propia voluntad, pero dejar que otro decida tus propósitos es renunciar a uno de los aspectos más significativos de la vida: el acto definitivo de la voluntad que nos hace individuos.

Supongamos que se te presentan ocho caminos a seguir (todos predefinidos, por supuesto). Luego supongamos que no avizoras propósito ninguno en esos caminos. Entonces —y aquí yace la esencia de todo lo que he dicho— tu deber es encontrar un noveno camino.

Naturalmente, no es tan fácil como suena. Has tenido una vida relativamente estrecha, vertical diría más que horizontal, por lo que no es difícil de entender por qué te sientes como te sientes. Sin embargo, un hombre que procrastina su decisión inevitablemente tomará esa decisión obligado por su circunstancia.

Así que si te consideras a ti mismo dentro del club de los desencantados, entonces no tienes otra opción más que aceptar las cosas como son o, en otro caso más serio, procurar otra cosa. Pero se cuidadoso al buscar tus metas: busca un estilo de vida. Decide cómo quieres vivir y entonces considera lo que puedes hacer para vivir dentro de ese estilo de vida. Dirás, “es que no sé por dónde empezar, no sé qué buscar”.

No obstante, hay un punto crucial en esto: ¿vale la pena renunciar a lo que deseo por algo mejor? No lo sé. ¿Lo vale? ¿Quién más puede tomar la decisión más que tú mismo? Pero incluso cuando decides qué buscar todavía tienes un largo camino frente a ti.

Si no doy por terminado este asunto es porque debo ir a escribir un libro. Espero que todo eso no te confunda al principio, sólo recuerda que esta es, por supuesto, mi forma de ver las cosas. Para mí es evidente que todo lo que dije es pragmático, pero tu pudieras no verlo así. Cada de uno nosotros necesita su propio credo y este simplemente es el mío.

Si acaso alguna parte no tiene sentido, por favor házmelo saber. No intento enviarte afuera en búsqueda del Santo Grial, sólo intento decirte que no tienes porqué aceptar las decisiones que la vida te ha ofrecido. Las cosas son más complejas; nadie está obligado a hacer algo que no quiere hacer por el resto de su vida. Pero, de nuevo, si eso es lo acabas haciendo, debes convencerte por completo que eso es lo que tienes que hacer. No serás el único.

Y, bueno, eso es todo por ahora. Hasta que no sepa algo de ti siempre seré tu amigo,

Hunter