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viernes, 1 de septiembre de 2017

Suicidas


Ya nunca se atreverá a hablar para no sentir más el horror de las palabras que no salen, porque no tienen dónde ni hacia dónde salir. Ya no hay lugar: la muerte es una duración sin sitios, los lugares son simultaneidades fijas y ese horror a las palabras sin materia es lo que siempre le impedirá hablar: la muerte es suspender el riesgo de todas las palabras que nunca se podrán decir
(Restos Diurnos, de Fogwill)

“El que se mata meditándolo y calculándolo ritualmente, lo hace literalmente acunado. Lo cual no excluye, en ciertos casos, el más intenso de los odios al Otro” (El delirio suicida, de Ritvo)




1/

El primer suicida del que habla la historia es Periandro en el 585 AC, quien además de haber sido emperador, está incluido en el selecto grupo de los Siete Sabios de Grecia. 

Su alocada trayectoria incluye el rumor de haber sido amante de su madre. Lo que no es rumor y sí un hecho concreto es la manera en la que asesina a patadas a su esposa, que estaba embarazada, impulsado por el grupo de amantes que tenía, a quienes luego envió a quemar. Entre otros detalles familiares, desterró a su hijo cuando éste expresó dolor por la muerte de su madre. Políticamente hablando, la historia recuerda a Periandro como un emperador cercano a su plebe, no tanto “por amor al pueblo”, sino porque entendía que ahí estarían las fuerzas necesarias para ayudarlo a permanecer en el tiempo.

El tiempo pasó y Periandro se puso viejo, y le empezó a ganar el temor de que algunos enemigos cosechados a través de los años lo maten violentamente. Ante eso, organizó su final con un nivel de detalle que espanta. A esa primera decisión de suicidarse, la moldeo atendiendo todos sus temores para lo que necesitaría cómplices. Eligió un lugar apartado y ordenó a dos jóvenes militares que lo asesinaran y enterraran ahí mismo. A su vez, encargó a otros dos hombres que siguieran a sus asesinos por encargo para que los mataran y enterraran a cierta distancia de él. Y esto no termina acá, también ordenó a otros dos hombres para que maten a los anteriores y los entierren en otra distancia determinada. Así, hasta lograr una cantidad de muertes suficientes como para montar una masacre, teniendo como finalidad que no les sea fácil encontrar a sus enemigos su cuerpo, evitando que lo descuarticen y humillaran.

Yukio Mishima
 
2/

Yukio Mishima supo ser uno de los defensores más acérrimos de la figura imperial japonesa, del emperador como auténtico Dios. La pasión y el espíritu animal con el que vivió y escribió nunca se presentaron de manera independiente a su ideología y a su formación militar. 

Harto emocional e intelectualmente, desilusionado por la pasividad de sus colegas y enfrentado prácticamente a todo el escenario cultural japonés de la posguerra, en 1968 funda Tatenokai (La Sociedad del Escudo), una milicia privada y financiada por él mismo, estructurada en el tradicionalismo samurái y conformada mayoritariamente por estudiantes conservadores y nacionalistas, practicantes de artes marciales y estudiosos de diferentes disciplinas físicas. 

Mishima no concebía la idea de un Japón occidentalizado y con un emperador disminuido, situación que coronaba la hostilidad de los tiempos luego de perder la guerra, de convivir con el enemigo y las dos bombas.

El 25 de noviembre de 1970, junto a cuatro jóvenes de su sociedad, Mishima secuestra al jefe de las Fuerzas de Autodefensa Japonesa, el general Mashita, y convoca a los soldados a escuchar un manifiesto que despreciaba la occidentalización, pero, además, los arengaba para que tomen las armas y devuelvan al emperador a su legítimo lugar. Durante más de media hora Mishima leyó sus razones e intentó convencer a un ejército que lo ignoró. 

Me hallo al borde del momento de mi vida en que todas las patas de la mesa han desaparecido. Estoy agotado" dijo en la que se convirtió en su última entrevista, realizada por un “enemigo íntimo” de sus ideas, el crítico literario Takashi Furubayashi. A él también le dijo “si verdaderamente mi lógica no se sostuviera en una experiencia original, si simplemente flotara en el aire, mi estética sería una gran mentira (…) A mi parecer, vivir sin hacer nada, envejecer lentamente, es una agonía, es desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar que, como artista que soy, debo tomar una decisión”.

La decisión se convirtió en acción frente a la indiferencia de los soldados. Mishima, entonces, le dio el toque final a su obra: se suicidó mediante el ritual del seppuku, que consiste en clavarse un puñal en el vientre de izquierda a derecha para ser posteriormente decapitado, como “reproche al Ejército japonés por relegar al olvido a la Institución Imperial; y al pueblo japonés por dejarse embaucar por la sociedad de consumo olvidando las antiguas tradiciones, que conforman el núcleo de su identidad como individuos y como pueblo”.

Tenía 45 años y no necesitaba agregar mucho a todo lo que ya había hecho y dicho: dejaba 257 obras (incluyendo 18 obras de teatro y una película) y, por lo menos, 5 últimos años en los que cada paso que dio lo hizo pensando en este final como una bandera de lo que él mismo sentía – “belleza, erotismo y muerte se hallan en la misma línea” - y como una alternativa de escape a lo que preveía con desprecio – “ya no tendremos autores que lleven dentro de su cuerpo la lengua de nuestros clásicos. El futuro será del internacionalismo” -.

Evelyn McHale / The most beautiful suicide

3/

Se llamaba Evelyn McHale y tomó la decisión de suicidarse después de dejar a su novio. Pasó a la historia como The most beautiful suicide (1947).

Se tiró del Empire State, a 86 pisos de altura. Cayó como durmiendo sobre un coche. Robert Wiles, estudiante de fotografía por ese entonces, escuchó el impacto, se acercó y sacó la foto que luego publicó LIFE, dedicándole una página entera.   

Fue cremada, tal como pedía en su carta de despedida:

“No quiero que nadie dentro o fuera de mi familia vea alguna parte de mí. ¿Podrían destruir mi cuerpo cremándolo? Les ruego que no me hagan ningún funeral o ningún tipo de ceremonia. Mi novio me pidió casarnos en junio. No creo que pueda ser una buena esposa para nadie. Él estará mucho mejor sin mí. Díganle a mi padre que tengo muchas de las tendencias de mi madre”.

El sonido de la caída parece resonar con todo el potencial y peso del cuerpo en esa última oración. Tenía 23 años.

Ophelia, de John Everett Millais
4/

Leo en TN hace unas semanas “Estados Unidos: un robot de seguridad se "suicida" al tirarse en una fuente”. Veo las fotos del robot con la mitad del “cuerpo” sumergido y pienso en la Ophelia que pintó John Everett Millais. Ese cuadro es, entre todas las pinturas que inspiró el personaje de Hamlet, el que de manera más contundente y profunda interpela al observador y/o lector, dejando a primera vista el fluir de Ophelia con el río, el fluir sobre su deseo de no salvarse.

Leo la nota y no puedo escaparme de la comparación con la pintura. Dice: “El Knightscope K5 es un tipo de robot que está preparado para escanear el entorno, detectar sonidos de disparos, analizar placas de vehículos, transmitir videos en 360 grados y enviar notificaciones en tiempo real”. Steve, tal como lo llamaban, hacía una semana que había empezado a cuidar los alrededores del Centro Georgetown WaterFont. Parece increíble, leyendo las propiedades de la máquina, que haya tenido esa torpeza frente a una fuente. Sus creadores explicaron que “estaba todavía en período de adaptación, conociendo las calles”.  

Las máquinas, por ahora, ¿y sólo por ahora?, siguen dependiendo de los humanos y en ese punto heredan sus errores y sus aciertos.  ¿Y sus deseos?

“La presencia del hombre en las máquinas es una invención perpetuada. Lo que reside en las máquinas es la realidad humana, el gesto humano fijado y cristalizado en estructuras que funcionan”, diría Gilbert Simondon en El modo de existencia de los objetos técnicos.

Por cierto, vale un párrafo a lo mejor de la pintura de Millais: cada una de las flores que rodea a Ophelia son las que enumera Gertrude cuando le toca contar el trágico final de su hija. Cada una de esas flores tienen un significado simbólico y a partir de ahí el pintor las acomodó: el sauce es el amor, la ortiga habla del dolor y las margaritas de la inocencia, pero la protagonista de la pieza -y que exige una mirada filosa- es la amapola, una de las flores que Hamlet le regala. 
  

Hunter S. Thompson

5/

“Nadie nos está robando nuestras libertades, nos estamos deshaciendo de ellas. Ese es el lado oscuro del sueño americano” le dijo Hunter S. Thompson sobre el libre albedrío a Tim Mohr, dos meses antes de suicidarse, en una serie de encuentros que venían teniendo para una colaboración conjunta que saldría en Playboy.

Thompson escribió su carta suicida y le puso título. La llamó La temporada de fútbol ha acabado, y decía: “No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más nadar. 67 años. Han pasado 17 de los 50. Son 17 años más de los que yo quería o necesitaba. Aburrido. Estoy siempre insoportable. No soy divertido para nadie. Te estás volviendo codicioso. Compórtate de acuerdo con tu avanzada edad. Relájate, no te va a doler”.

Tenía una herida profunda en la espalda, una fractura en la pierna, cirugías en la cadera y una infección en los pulmones: todas molestias tremendas, pero ninguna mortal. Esa no mortalidad la resolvió él mismo con una 45, disparándose en su casa de Colorado un 20 de febrero.
En alguno de esos encuentros, también le había dicho a Mohr “decidís quién sos según lo que haces”.





lunes, 18 de julio de 2016

Las cosas ya no son lo que parecen ser

"Es domingo por la mañana y estoy escribiendo una carta de amor. Del otro lado de la ventana de la cocina el cielo brilla y los planetas chocan unos contra otros. Siento la cabeza hirviente y estoy un poco inquieto. Mi cerebro empieza a comportarse como un V-8 con los cables cruzados. Las cosas ya no son lo que parecen ser. Mis teléfonos están embrujados y oigo animales que me susurran desde lugares que no llego a ver.

Anoche, un inmenso gato negro trató de atacarme en la piscina y después, súbitamente, desapareció. Me di vuelta y entreví tres hombres con chaquetas verdes que me observaban desde detrás de una alejada puerta. Uy -pensé-, algo extraño está ocurriendo en este lugar. Húndete bien en el agua en el centro de la piscina.

Manténte alejado de los bordes. No te dejes sorprender por la espalda. Debes estar alerta. El trabajo del Diablo nunca se revela por completo hasta después de medianoche.

Fue en ese preciso instante cuando empecé a pensar en mi carta de amor."

Feliz cumple, tesoro

miércoles, 25 de febrero de 2015

Hunter S. Thompson, gonzo existencial




Esta carta fue publicada en el libro Letters of Note: An Eclectic Collection of Correspondence Deserving of a Wider Audienc editado en el 2013. 

Es una carta del año 1958 que Thompson le envía a Hume Logan, amigo personal que estaba en ese momento en medio de una "crisis existencial":

 April 22, 1958
57 Perry Street
New York City

Estimado Hume,

Usted me pide consejo: ¡ah, qué cosa más humana y peligrosa de hacer es esa! Dar consejos a un hombre que pregunta qué hacer con su vida implica algo muy cercano a la egolatría. Presumir de poder señalarle a un hombre con un dedo tembloroso la dirección correcta es un lugar que solo un tonto podría ocupar.

Yo no soy un tonto, pero respeto su sinceridad en pedir mi consejo. Le pido que, sin embargo, en la escucha de lo que digo, recuerde que todos los consejos sólo pueden ser un producto de quién los da, la verdad de uno puede ser un desastre al otro. No veo la vida a través de sus ojos ni a través mío. Si yo fuera a tratar de darle consejos específicos, sería un ciego guiando a otro ciego.

    "Ser o no ser: esa es la cuestión: Si es más noble para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un mar de problemas ..." (Shakespeare)

Y así es, esa es la cuestión: dejarse llevar por la corriente o nadar contra corriente para alcanzar una meta. Es una decisión que todo mundo debe tomar, consciente o inconscientemente, en algún momento de nuestra vida. ¡Muy pocas personas lo entienden! Piensa en cualquier decisión que hayas tomado y que haya repercutido en tu futuro. Tal vez erre, pero no concibo que exista otra opción —aunque indirecta— más que alguna de esas dos que te he dicho: dejarse llevar o nadar.

Pero, ¿por qué no flotar cuando no se tiene una meta? Esa es otra cosa. Es indudablemente mejor disfrutar las mareas que nadar en la incertidumbre. ¿Cómo es que una persona descubre su meta? No un castillo en el aire, sino una cosa real y tangible. ¿Cómo se puede estar seguro de que no se persigue “la gigantesca montaña de dulce”, la atractiva meta de azúcar un poco desabrida y sin substancia?

La respuesta - y, en cierto sentido, la tragedia de la vida - es que buscamos entender el objetivo y no al hombre. Establecemos una meta que nos exige ciertas cosas, y hacemos esas cosas. Nos adaptamos a las exigencias de un concepto que no puede ser válido. Cuando era joven, digamos que usted quería ser bombero. Me siento bastante seguro al decir que ya no quiere ser bombero. ¿Por qué? Debido a que su perspectiva ha cambiado. No es el bombero lo que ha cambiado, es usted.

Todo hombre es la suma total de sus reacciones a la experiencia. A medida que sus experiencias son diferentes y se multiplican, se convierte en un hombre diferente, y por lo tanto están los cambios de perspectiva. Esto sigue y sigue. Cada reacción es un proceso de aprendizaje, cada experiencia significativa altera su punto de vista.

Por lo que parece absurdo, ¿no?. Ajustar nuestras vidas a las exigencias de un objetivo que vemos de manera diferente cada día. ¿Cómo podríamos tener la esperanza de lograr algo que no sea una neurosis galopante?

La respuesta entonces no tiene que ver con las metas de ninguna manera, ni siquiera con metas tangibles. Tomaría resmas de papel describir esta opresión de la felicidad. Sólo Dios sabe cuántos libros se han escrito sobre “el significado del hombre” o algo por el estilo, y Dios sabrá cuántas personas han reflexionado sobre esto. (Digo “sólo Dios sabe” como una simple expresión.) No soy muy elocuente al tratar de explicártelo en un proverbio porque soy el primero en admitir mi absoluta falta de habilidades para reducir el significado de la vida a uno o dos párrafos.

Me propongo alejarme de la palabra “existencialismo”, sin embargo recuérdala como una palabra importante. Tal vez debas leer El ser y la nada de Jean-Paul Sartre y otro librito llamado Existencialismo: de Dostoyevsky a Sartre. Son meras recomendaciones. Si realmente te sientes satisfecho con lo que eres y con lo que haces entonces rehúye de esos libros. (No provoquemos al perro dormido.) Pero volviendo a la respuesta. Como te decía, tener fe en una meta tangible sería poco inteligente porque no luchamos por ser bomberos, no luchamos para ser banqueros, ni policías, ni doctores. Luchamos por ser nosotros mismos.

No me malinterpretes. No quiero decir que no podamos ser bomberos, banqueros o doctores, sino que debemos ajustar la meta a nosotros en lugar de ajustarnos nosotros a la meta. En toda persona la herencia y la cultura combinadas producen una criatura de ciertas habilidades y deseos con una enraizada necesidad de funcionar de tal manera que su vida sea significativa. Una persona debe ser algo porque no es nada.

Desde mi perspectiva, la fórmula sería esta: una persona debe escoger un camino que le permita explotar sus habilidades al máximo para que cumpla sus deseos. Al hacerlo, satisface una necesidad (otorgándose a sí mismo una identidad a través de una funcionalidad preestablecida para alcanzar una meta preestablecida), evita frustrar su potencial (escogiendo un camino que lo exime de los límites de su autodesarrollo) y evita el horror de ver su meta ya sea desvanecerse o menos atractiva conforme se acerca a ella (en lugar de ajustarse a las demandas que procura, modifica la meta de acuerdo a sus habilidades y deseos).

En suma, no debes abocar tu vida para alcanzar un meta predefinida, sino que debes escoger un estilo de vida que sabes que disfrutas. La meta es completamente secundaria: es la funcionalidad conforme a la meta lo que es importante. Suena casi ridículo que una persona deba funcionar de acuerdo a un patrón formulado por su propia voluntad, pero dejar que otro decida tus propósitos es renunciar a uno de los aspectos más significativos de la vida: el acto definitivo de la voluntad que nos hace individuos.

Supongamos que se te presentan ocho caminos a seguir (todos predefinidos, por supuesto). Luego supongamos que no avizoras propósito ninguno en esos caminos. Entonces —y aquí yace la esencia de todo lo que he dicho— tu deber es encontrar un noveno camino.

Naturalmente, no es tan fácil como suena. Has tenido una vida relativamente estrecha, vertical diría más que horizontal, por lo que no es difícil de entender por qué te sientes como te sientes. Sin embargo, un hombre que procrastina su decisión inevitablemente tomará esa decisión obligado por su circunstancia.

Así que si te consideras a ti mismo dentro del club de los desencantados, entonces no tienes otra opción más que aceptar las cosas como son o, en otro caso más serio, procurar otra cosa. Pero se cuidadoso al buscar tus metas: busca un estilo de vida. Decide cómo quieres vivir y entonces considera lo que puedes hacer para vivir dentro de ese estilo de vida. Dirás, “es que no sé por dónde empezar, no sé qué buscar”.

No obstante, hay un punto crucial en esto: ¿vale la pena renunciar a lo que deseo por algo mejor? No lo sé. ¿Lo vale? ¿Quién más puede tomar la decisión más que tú mismo? Pero incluso cuando decides qué buscar todavía tienes un largo camino frente a ti.

Si no doy por terminado este asunto es porque debo ir a escribir un libro. Espero que todo eso no te confunda al principio, sólo recuerda que esta es, por supuesto, mi forma de ver las cosas. Para mí es evidente que todo lo que dije es pragmático, pero tu pudieras no verlo así. Cada de uno nosotros necesita su propio credo y este simplemente es el mío.

Si acaso alguna parte no tiene sentido, por favor házmelo saber. No intento enviarte afuera en búsqueda del Santo Grial, sólo intento decirte que no tienes porqué aceptar las decisiones que la vida te ha ofrecido. Las cosas son más complejas; nadie está obligado a hacer algo que no quiere hacer por el resto de su vida. Pero, de nuevo, si eso es lo acabas haciendo, debes convencerte por completo que eso es lo que tienes que hacer. No serás el único.

Y, bueno, eso es todo por ahora. Hasta que no sepa algo de ti siempre seré tu amigo,

Hunter