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viernes, 4 de agosto de 2017

Creo

Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para soltar las riendas de la verdad dentro de nosotros, para demorar la noche, para trascender la muerte, para congraciarnos con los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos. 
Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de los choques de autos, en la paz de los bosques sumergidos, en la excitación de las playas de vacaciones cuando están desiertas, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de muchos pisos, en la poesía de los hoteles abandonados. 
Creo en el vuelo, en la belleza de las alas y en la belleza de todo lo que ha volado siempre, en la piedra arrojada por un chico con la misma sabiduría de los estadistas y de las parteras. 
Creo en la inexistencia del pasado, en la muerte del futuro y en las infinitas posibilidades del presente. 
Creo en los próximos cinco minutos. 
Creo en la historia de mis pies. 
Creo en los dolores de cabeza, en el aburrimiento de los atardeceres, en el miedo de los calendarios, en la traición de los relojes. 
Creo en la muerte del mañana, en la fatiga del tiempo, en nuestra búsqueda de un tiempo nuevo dentro de la sonrisa de las azafatas en los ómnibus de larga distancia y dentro de los ojos cansados de los hombres que controlan el tránsito en los aeropuertos fuera de temporada. 
Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en el absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en el propósito asesino de la lógica. 
Creo en las adolescentes , en como se corrompen a sí mismas por la posición que adoptan sus largas piernas, en la pureza de sus cuerpos desarreglados, en los vellos púbicos que dejan en los baños de los telos mas infames. 
Creo en la delicadeza de los bisturíes quirúrgicos ,en la ilimitada geometría de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la charlatanería de los planetas, en la repetitividad de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y en el aburrimiento del átomo. 
Creo en la muerte de las emociones y en el triunfo de la imaginación. 
Creo en todas las excusas 
Creo en todas las razones 
Creo en todas las alucinaciones 
Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías, evasiones 
Creo en el misterio y en la melancolía de una mano, en la gentileza de los árboles, en la sabiduría de la luz.

J. G. Ballard

sábado, 15 de julio de 2017

La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera

"Después de sus largas y agotadoras jornadas, a Stalin le gustaba permanecer un rato más con sus colaboradores y relajarse contándoles anécdotas de su vida. Por ejemplo ésta: Un día él decide ir de caza. Se pone una vieja parka, se calza unos esquíes, coge un fusil de caza y recorre trece kilómetros. De pronto, ante él, ve unas perdices en las ramas de un árbol. Se detiene y las cuenta. Hay veinticuatro. ¡Vaya mala pata! Sólo se ha llevado doce cartuchos. Dispara, mata a doce,
luego da media vuelta, recorre otra vez los trece kilómetros hasta su casa y coge otra docena de cartuchos. Recorre una vez más los trece kilómetros hasta las perdices, que siguen en las ramas del mismo árbol. Y por fin las mata todas… 
—¿Te ha gustado? —pregunta Charles a Calibán, que se ríe: —Si me lo hubiera contado el propio Stalin, ¡lo habría aplaudido! Pero ¿de dónde has sacado esa historia? 
—Nuestro maestro me regaló un libro, Las memorias de Jrushchov, publicado en Francia hace mucho, mucho tiempo. En el, Jrushchov, cuenta la historia de las perdices tal como Stalin la había contado a su gente. Pero, según narra Jrushchov, nadie reaccionó como tú. Nadie se rió. A todos sin excepción les pareció absurdo lo que Stalin les había contado y aborrecieron esa mentira. Aun así, callaron todos y sólo Jrushchov tuvo el valor de decirle a Stalin lo que pensaba. ¡Escucha esto! Charles abrió el libro y leyó lentamente en voz alta:
«—¿Cómo? ¿Quieres decir realmente que las perdices no se fueron y se quedaron en las ramas del árbol? —preguntó Jrushchov.
—Así es —contestó Stalin —, no se movieron de su sitio.»
Pero la historia no se acaba aquí, pues debes saber que al final de su jornada de trabajo todos se reunían en el baño, un gran espacio que también servía de retrete. Imagínate. En una pared, una larga hilera de urinarios y, en la pared de enfrente, los lavabos. Urinarios de cerámica en forma de concha, muy emperifollados y adornados con motivos florales. Cada miembro del clan de Stalin tenía su propio urinario creado y firmado por un artista distinto. Sólo Stalin no lo tenía.
—¿Y dónde meaba Stalin? —En un reservado solitario, al otro lado del edificio; y como meaba solo, nunca con sus colaboradores, éstos se sentían divinamente libres en sus urinarios y se atrevían a decir por fin en voz alta todo aquello que se veían obligados a callar en presencia del jefe. Y así fue el día en que Stalin les contó la historia de las veinticuatro perdices. Y te cito otra vez al propio Jrushchov:
«… al lavarnos las manos en el baño escupimos de desprecio. ¡Él mentía! ¡Mentía! A nadie le cupo la menor duda».
—¿Y quién era el tal Jrushchov? —Unos años después de la muerte de Stalin se convirtió en el jefe supremo del imperio soviético. 
Tras una pausa, dijo Calibán: 
—Lo que me parece increíble en toda esa historia es que nadie entendiera que lo de Stalin era una broma. 
—Claro —dijo Charles y volvió a dejar el libro encima de la mesa—, porque todos a su alrededor habían olvidado ya qué es una broma. Y, a mi entender, eso anunciaba ya la llegada de un nuevo gran periodo de la Historia."

jueves, 4 de mayo de 2017

*Mi* tesoro


Hace unas semanas, el verdulero me vio mala cara y me preguntó que me pasaba. Improvisé una respuesta diciéndole que ayer me llevé unas paltas que no estaban buenas, "estaban un poco negras por dentro". Se rió. "A vos te pusieron Eva por Eva Braun", me dijo, y guardó la patada ninja para cuando me daba el vuelto y me despedía: "mi abuela decía mucho que si te la pasas con rengos, rengueás, como cuando estás mucho con un cordobés que hablás con tonada viste? Pero bueno, la tonada no molesta, el rengueo sí, pero es un rengueo por elección. Ah! y las paltas ayer las elegiste vos". Le di un beso y me fui.

Unos días antes me había encontrado en el 181 un ejemplar de Ciudades Invisibles, de Italo Calvino, edición de la hermosa Minotauro. Me sorprendió (pero no me asombró, como creyente que soy de que los libros son oráculos) ver que al libro le faltaban las hojas finales y, por ende, ese último párrafo donde está la absoluta base de todo en esta vida (tal vez lo único que *me* dio Calvino, pero para nada es poca cosa)


Cuento todo esto en facebook. Termino escribiendo "Elegir bien, apreciar, reconocer, cuidar. esa segunda opción de la que Calvino habla como "peligrosa" nos salva de lo peor: la peligrosidad de las personas superficiales, de sus relaciones banales, del vampirismo. cuidarse uno es también cuidar a los que deseamos cuidar (más allá de la fantasía que implica el verbo cuidar pero no se me ocurre otro ahora). ergo, si es necesario romper un libro y dejar un final abierto y/o atreverse a otro final, que así sea. Ahora lo busco en Mercado Libre para comprárselo al verdulero. Sí."

Todo esto ocurrió la primera semana de abril. La semana pasada, justo antes de dar por terminado uno de los meses más dolorosos y transformadores de la vida, salió el nuevo trabajo de El Mató. Creer y reventar, pero el corte elegido, El Tesoro, reza "cuidarte siempre a vos en la derrota hasta el final". Una vez más, Santi direcciona y focaliza el corazón, los vínculos. El Mató es el bien. No, no son grandiosos, no sorprenden musicalmente, pero son el bien y hacen el bien, algo que parece imposible a veces. Este verso que remarco del nuevo corte tiene una intimidad profunda y bendita con "en este mundo peligroso tenemos que estar juntos"

Cuando te das cuenta que todo te habla y que Dios está en los detalles, no te sentís tan sola pero, sobre todo, y mejor aún, te reconocés no tan errática ni errada.

Bailemos.





miércoles, 8 de marzo de 2017

*

"Es el otro quien, entrando sin golpear a la puerta, desvía mis intenciones y turba mi quietud. Se desdibuja hasta la afectación la cuestión moral cuando se atribuye el papel activo a aquél que ama. El prójimo me incumbe antes de que mi corazón o mi conciencia hayan podido tomar la decisión de amarlo. El rostro, en èl, es esa potencia prescriptiva que me despoja de mi soberanía y me obliga a una pasividad radical. Amor, si se quiere, pero amor a regañadientes; amor que nos pone a prueba; amor que es el nombre más corriente de la violencia con que el otro me desaloja, me persigue y hostiga hasta los rincones más recónditos de mí mismo. De ahí la agresividad que puedo sentir por ese personaje indiscreto, por esa ausencia omnipresente..."

La sabiduría del amor, de Alain Finkielkraut

lunes, 18 de julio de 2016

Las cosas ya no son lo que parecen ser

"Es domingo por la mañana y estoy escribiendo una carta de amor. Del otro lado de la ventana de la cocina el cielo brilla y los planetas chocan unos contra otros. Siento la cabeza hirviente y estoy un poco inquieto. Mi cerebro empieza a comportarse como un V-8 con los cables cruzados. Las cosas ya no son lo que parecen ser. Mis teléfonos están embrujados y oigo animales que me susurran desde lugares que no llego a ver.

Anoche, un inmenso gato negro trató de atacarme en la piscina y después, súbitamente, desapareció. Me di vuelta y entreví tres hombres con chaquetas verdes que me observaban desde detrás de una alejada puerta. Uy -pensé-, algo extraño está ocurriendo en este lugar. Húndete bien en el agua en el centro de la piscina.

Manténte alejado de los bordes. No te dejes sorprender por la espalda. Debes estar alerta. El trabajo del Diablo nunca se revela por completo hasta después de medianoche.

Fue en ese preciso instante cuando empecé a pensar en mi carta de amor."

Feliz cumple, tesoro

sábado, 27 de febrero de 2016

La Rivoluzione non è che un sentimento

L'alba meridionale

Torno, ritrovo il fenomeno della fuga 
del capitale, l’epifenomeno (infimo) 
dell’avanguardia. La polizia tributaria 
(quasi accertamento filosofico
sugli incartamentidi un poeta) 
fruga in quel fatto privato che sono i soldi, 
contaminati da carità, dolenti
di inspiegabili consunzioni, e pieni 
di senso di colpa, come il corpo da ragzzi:
però con mia gongolante leggerezza perché qua, 
non c’è da accertare nulla, se non la mia ingenuità. 
Torno, e trovo milioni di uomini occupati 
soltanto a vivere come barbari discesi
da poco su una terra felice, estranei 
ad essa, e suoi possessori. Così nella vigilia 
della Preistoria che a tutto ciò darà senso,
riprendo a Roma le mie abitudini 
di bestia ferita, che guarda negli occhi, 
godendo del morire, i suoi feritori...
.
Torno... e una sera il mondo è nuovo, 
una sera in cui non accade nulla - solo, 
corro in macchina - e guardo in fondo 
all’azzurro le case del Prenestino – 
le guardo, non me ne accorgo, e invece, 
quest’immagine di case popolari 
dentro l’azzurro della sera, deve 
restarmi come un’immagine del mondo 
(davvero chiedono gli uomini altro che vivere?)
- case qui piccole, muffite, di crosta bianca, 
là alte, quasi palazzi, isole color terra, 
galleggianti nel fumo che le fa stupende, 
sopra vuoti di strade infossate, non finite,
nel fango, sterri abbandonati, e resti 
d’orti con le loro siepi - tutto tacendo 
come per notturna pace, nel giorno. E gli uomini 
che vivono in quest’ora al Prenestino 
sono affogati anch’essi in quelle strie 
sognanti di celeste con sognanti lumi
- quasi in un crepuscolo che mai 
si debba fare notte - quasi consci, 
in attesa di un tram, alle finestre, 
che l’ora vera dell’uomo è l’agonia - 
e lieti, quasi, di ciò, coi loro piccoli, 
i loro guai, la loro eterna sera - 
ah, grazia esistenziale degli uomini,
vita che si svolge, solo, come vera, 
in un paesaggio dove ogni corpo è solo 
una realtà lontana, un povero innocente.
.
Torno, e mi trovo, prima d’un appuntamento
da Carlo o Carlone, da Nino a Via Rasella 
o da Nino a Via Borgognona, in una zona 
oggetto di mie sole frequentazioni... 
Due o tre tram e migliaia di fratelli 
(col bar luccicante sullo spiazzo, 
e il dolore, spento nelle coscienze italiane, 
d’essere poveri, il dolore del ritorno a casa, 
nel fango, sotto nuove catene di palazzi) 
che lottano, si colpiscono, si odiano tra loro, 
per la meta di un gradino sul tram, nel buio, 
nella sera che li ignora, perduti in un caos 
che il solo fatto d’appartenere a un rione remoto 
lo delude nel suo essere una cosa reale. 
Io mi ritrovo il vecchio cuore, e pago 
il tributo ad esso, con lacrime 
ricacciate, odiate, e nella bocca 
le parole della bandiera rossa, 
le parole che ogni uomo sa, e sa far tacere. 
Nulla è mutato! siamo ancora negli Anni Cinquanta! 
siamo negli Anni Quaranta! prendete le armi! 
Ma la sera è più forte di ogni dolore. 
Piano piano i due tre tram la vincono 
sulle migliaia di operai, lo spiazzo 
è quello dei dopocena, sul fango, sereno, 
brilla il chiaro d’una baracca di biliardi, 
la poca gente fa la coda, nel vento 
di scirocco di una sera del Mille, aspettando 
il suo tram che la porti alla buia borgata. 
La Rivoluzione non è che un sentimento.


El alba meridional

Vuelvo, encuentro de nuevo el fenómeno de la fuga
de capitales, el epifenómeno (ínfimo)
de la vanguardia. La brigada de delitos monetarios
(averiguación casí filosófica
en los expedientes de un poeta)
hurga en ese hecho privado que es el dinero
contaminado por la caridad, doliente
de inexplicables consunciones, y lleno
de sentido de culpa, como el cuerpo de jóvenes,
pero con alborozada ligereza porque aquí
no hay nada por averiguar sino mi propia ingenuidad.
Vuelvo, y me encuentro con millones de hombres afanados
tan sólo en vivir como bárbaros recién bajados
a una tierra feliz, ajenos
a ella y de ella dueños. De modo que en la vigilia
de la Prehistoria que a todo esto proporcionará sentido,
retomo en Roma mis costumbres
de bestia herida que, gozando de la muerte,
mira a los ojos a sus verdugos…
.
Vuelvo… y una noche el mundo se hace nuevo,
una noche en la que no pasa nada – corro
solo en el coche – y miro al fondo
del azul las casas del Prenestino-
las miro, no me fijo en ellas y, sin embargo,
esta imagen de casas populares
en el azul del anochecer va a quedar
en mí como una imagen del mundo
(¿en serio piden los hombres algo más que vivir?)
- aquí casas pequeñas, enmohecidas, con costras blancas,
allí altas, casi palacios, islas de color tierra,
flotando en el humo que las magnifica,
sobre vacíos de calles con baches, inacabadas
en el fango, escombros abandonados y restos
de huertos con sus setos – callando todo,
como nocturna paz en el día. Y los hombres
que a esta hora viven en el Prenestino
están, también ellos, ahogados en esas estrías
soñando con celeste y con luces de sueño
- como un crepúsculo que nunca
anocheciese - casi conscientes,
mientras esperan de un tranvía, en las ventanas,
de que la hora verdadera del hombre es la agonía -
y casi contentos de ello, con sus pequeños,
sus problemas, su tarde eterna -
ay, gracia existencial de los hombres,
vida que tiene lugar, como verdadera, sólo
en un paisaje donde cada cuerpo
no es más que una realidad lejana, un pobre inocente.
.
Vuelvo, y me encuentro, antes de una cita
en casa de Carlo o Carlone, en la de Nino en Via Rasella
o en la de Nino en Via Borgognona, en una zona
objeto de mis solitarias incursiones…
Dos o tres tranvías y millones de hermanos
(el bar brillando en el descampado
y el dolor de ser pobres apagado
en las consciencias italianas, el dolor de la vuelta
a casa por el barro, bajo cadenas nuevas deedificios)
que luchan, se golpean, se odian entre sí,
por alcanzar un escalón en el tranvía, en la oscuridad,
en la noche que les ignora, perdidos en un caos
que el mero hecho de pertenecer a un suburbio alejado
le desilusiona en su ser cosa real.
Reencuentro mi viejo corazón y pago
el correspondiente tributo, con lágrimas
tragadas, odiadas, y en la boca
las letra de la bandera roja,
las palabras que todo el mundo sabe y sabe hacer callar.
¡Nada ha cambiado! ¡Seguimos en los años Cincuenta!
¡Seguimos en los años Cuarenta! ¡A las armas!
Pero la noche es más fuerte que cualquier dolor.
Poco a poco los dos o tres tranvías vencen
a los miles de obreros, el descampado
es ese de las sobremesas, sobre el barro, sereno,
brilla el resplandor de una caseta de billares,
la escasa gente hace cola al viento
del anochecer, siroco del año mil, esperando
el tranvía que le devuelva a su oscura barriada.
La Revolución es tan sólo un sentimiento.

domingo, 24 de enero de 2016

El Rinoceronte / cuento & cómic reloaded










 



El rinoceronte, de Juan José Arreola

Durante diez años luché con un rinoceronte; soy la esposa divorciada del juez McBride.

Joshua McBride me poseyó durante diez años con imperioso egoísmo. Conocí sus arrebatos de furor, su ternura momentánea, y en las altas horas de la noche, su lujuria insistente y ceremoniosa.

Renuncié al amor antes de saber lo que era, porque Joshua me demostró con alegatos judiciales que el amor sólo es un cuento que sirve para entretener a las criadas. Me ofreció en cambio su protección de hombre respetable. La protección de un hombre respetable es, según Joshua, la máxima ambición de toda mujer.

Diez años luché cuerpo a cuerpo con el rinoceronte, y mi único triunfo consistió en arrastrarlo al divorcio.

Joshua McBride se ha casado de nuevo, pero esta vez se equivocó en la elección. Buscando otra Elinor, fue a dar con la horma de su zapato. Pamela es romántica y dulce, pero sabe el secreto que ayuda a vencer a los rinocerontes. Joshua McBride ataca de frente, pero no puede volverse con rapidez. Cuando alguien se coloca de pronto a su espalda, tiene que girar en redondo para volver a atacar. Pamela lo ha cogido de la cola, y no lo suelta, y lo zarandea. De tanto girar en redondo, el juez comienza a dar muestras de fatiga, cede y se ablanda. Se ha vuelto más lento y opaco en sus furores; sus prédicas pierden veracidad, como en labios de un actor desconcentrado. Su cólera no sale ya a la superficie. 

Es como un volcán subterráneo, con Pamela sentada encima, sonriente. Con Joshua, yo naufragaba en el mar; Pamela flota como un barquito de papel en una palangana. Es hija de un pastor prudente y vegetariano que le enseñó la manera de lograr que los tigres se vuelvan también vegetarianos y prudentes.

Hace poco vi a Joshua en la iglesia, oyendo devotamente los oficios dominicales. Está como enjuto y comprimido. Tal parece que Pamela, con sus dos manos frágiles, ha estado reduciendo su volumen y le ha ido doblando el espinazo. Su palidez de vegetariano le da un suave aspecto de enfermo.

Las personas que visitan a los McBride me cuentan cosas sorprendentes. Hablan de unas comidas incomprensibles, de almuerzos y cenas sin rosbif; me describen a Joshua devorando enormes fuentes de ensalada. Naturalmente, de tales alimentos no puede extraer las calorías que daban auge a sus antiguas cóleras. Sus platos favoritos han sido metódicamente alterados o suprimidos por implacables y adustas cocineras. El patagrás y el gorgonzola no envuelven ya el roble ahumado del comedor en su untuosa pestilencia. 

Han sido remplazados por insípidas cremas y quesos inodoros que Joshua come en silencio, como un niño castigado. Pamela, siempre amable y sonriente, apaga el habano de Joshua a la mitad, raciona el tabaco de su pipa y restringe su whisky.

Esto es lo que me cuentan. Me place imaginarlos a los dos solos, cenando en la mesa angosta y larga, bajo la luz fría de los candelabros. Vigilado por la sabia Pamela, Joshua el glotón absorbe colérico sus livianos manjares. Pero sobre todo, me gusta imaginar al rinoceronte en pantuflas, con el gran cuerpo informe bajo la bata, llamando en las altas horas de la noche, tímido y persistente, ante una puerta obstinada.

martes, 3 de noviembre de 2015

*

"Max Ernst, cuando niño, fue confundido con el Niño Jesús en una procesión. Después,
provocaba escándalos artísticos. Tenía una pasión ilimitada por los hombres y una inmensa y poética libertad" (¿Dónde estuviste anoche?, Clarice Lispector)

Max Ernst - “La Virgen castigando al Niño Jesús delante de tres testigos: André Breton, Paul Éluard y Max Ernst” (1926, óleo sobre lienzo, 196 x 130 cm, Ludwig Museum, Colonia)

sábado, 30 de mayo de 2015

Lecturas corporales, relatos fotográficos


Susan Sontag fotografiada por Annie Leibovitz.

La desnudez adulta expuesta y atravesada por la relación de Susan con su enfermedad, un cáncer de mama que desencadenó en el síndrome mielodisplásico que desembocó a su vez en una leucemia mielógena aguda.

 

  

jueves, 14 de mayo de 2015

jueves, 23 de abril de 2015

"Hemos herido a la serpiente, pero no la hemos matado"

La modernidad de Shakespeare me conmueve y atormenta. Nacía un día como hoy hace 451 años pero todavía tiene lugar en el mañana.

Macbeth, de William Shakespeare

domingo, 15 de marzo de 2015

César Aira por Patti Smith en NYT

No sé de que me asombro. Es Patti, una caja de sorpresas infinitas y colmada de detalles de esos que despiertan suspiros en cataratas.

Admiro como sigue mirando todo con ojos de niña y como así se relaciona con todo, como así lo cuenta. En esa inocencia que se permite atesorar está su ritmo lírico. Si me apuran un poco puedo nombrar muy pocas personas que mantengan cierta pureza a pesar de sus logros, de sus años, de sus no logros, de sus pérdidas, sean dos o tres personas Patti es una fija en ese listado.

Tampoco me asombra que Cesar Aira llegue al corazón profundo de Patti. Tal vez por la misma razón
que ella, tal vez en algún átomo los dos saben que son de esa misma especie aunque prefieran vivir su vida en términos mas bien armoniosos en un mundo en el que el medio pelo se mata por subirse a caballos que no pueden cabalgar ni saben para qué deberían cabalgarlos.

Lo cierto es que Patti se puso en el rol de crítica y se despachó con una súper nota en el New York Times sobre Aira.

Aquí un par de rescates (el primero vía Martín Pérez, quien fue el que compartió de hecho este enlace y por el que llegué, y el segundo es una simple caption de la nota, o no tan simple dado que es la que más me gusta):

"Me encontré una vez con César Aira en una conferencia de escritores que se realizó en Dinamarca. Estaba tan excitada por su presencia que lo perseguí como un San Bernardo, pero una vez que lo alcancé todo lo que se me ocurrió decirle fue que era genial. Despues le dije que 'Un episodio en la vida del pintor viajero' era una obra maestra. Pareció sorprendido, incluso desconcertado, e insistía que no era otra cosa que una pequeña historia. Nos quedamos a las puertas de una discusión brutalmente pasiva, y justo empezó a llover. Pero, créanme, 'Pintor viajero' es una obra maestra. ¿Qué puede saber Aira? Es sólo el autor" 
 
http://www.nytimes.com/2015/03/15/books/review/the-musical-brain-stories-by-cesar-aira.html?emc=edit_bk_20150313&nl=books&nlid=64052087&_r=1

 
El link a la nota entera, imperdible, de colección: http://www.nytimes.com/2015/03/15/books/review/the-musical-brain-stories-by-cesar-aira.html?emc=edit_bk_20150313&nl=books&nlid=64052087&_r=1

miércoles, 25 de febrero de 2015

Hunter S. Thompson, gonzo existencial




Esta carta fue publicada en el libro Letters of Note: An Eclectic Collection of Correspondence Deserving of a Wider Audienc editado en el 2013. 

Es una carta del año 1958 que Thompson le envía a Hume Logan, amigo personal que estaba en ese momento en medio de una "crisis existencial":

 April 22, 1958
57 Perry Street
New York City

Estimado Hume,

Usted me pide consejo: ¡ah, qué cosa más humana y peligrosa de hacer es esa! Dar consejos a un hombre que pregunta qué hacer con su vida implica algo muy cercano a la egolatría. Presumir de poder señalarle a un hombre con un dedo tembloroso la dirección correcta es un lugar que solo un tonto podría ocupar.

Yo no soy un tonto, pero respeto su sinceridad en pedir mi consejo. Le pido que, sin embargo, en la escucha de lo que digo, recuerde que todos los consejos sólo pueden ser un producto de quién los da, la verdad de uno puede ser un desastre al otro. No veo la vida a través de sus ojos ni a través mío. Si yo fuera a tratar de darle consejos específicos, sería un ciego guiando a otro ciego.

    "Ser o no ser: esa es la cuestión: Si es más noble para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un mar de problemas ..." (Shakespeare)

Y así es, esa es la cuestión: dejarse llevar por la corriente o nadar contra corriente para alcanzar una meta. Es una decisión que todo mundo debe tomar, consciente o inconscientemente, en algún momento de nuestra vida. ¡Muy pocas personas lo entienden! Piensa en cualquier decisión que hayas tomado y que haya repercutido en tu futuro. Tal vez erre, pero no concibo que exista otra opción —aunque indirecta— más que alguna de esas dos que te he dicho: dejarse llevar o nadar.

Pero, ¿por qué no flotar cuando no se tiene una meta? Esa es otra cosa. Es indudablemente mejor disfrutar las mareas que nadar en la incertidumbre. ¿Cómo es que una persona descubre su meta? No un castillo en el aire, sino una cosa real y tangible. ¿Cómo se puede estar seguro de que no se persigue “la gigantesca montaña de dulce”, la atractiva meta de azúcar un poco desabrida y sin substancia?

La respuesta - y, en cierto sentido, la tragedia de la vida - es que buscamos entender el objetivo y no al hombre. Establecemos una meta que nos exige ciertas cosas, y hacemos esas cosas. Nos adaptamos a las exigencias de un concepto que no puede ser válido. Cuando era joven, digamos que usted quería ser bombero. Me siento bastante seguro al decir que ya no quiere ser bombero. ¿Por qué? Debido a que su perspectiva ha cambiado. No es el bombero lo que ha cambiado, es usted.

Todo hombre es la suma total de sus reacciones a la experiencia. A medida que sus experiencias son diferentes y se multiplican, se convierte en un hombre diferente, y por lo tanto están los cambios de perspectiva. Esto sigue y sigue. Cada reacción es un proceso de aprendizaje, cada experiencia significativa altera su punto de vista.

Por lo que parece absurdo, ¿no?. Ajustar nuestras vidas a las exigencias de un objetivo que vemos de manera diferente cada día. ¿Cómo podríamos tener la esperanza de lograr algo que no sea una neurosis galopante?

La respuesta entonces no tiene que ver con las metas de ninguna manera, ni siquiera con metas tangibles. Tomaría resmas de papel describir esta opresión de la felicidad. Sólo Dios sabe cuántos libros se han escrito sobre “el significado del hombre” o algo por el estilo, y Dios sabrá cuántas personas han reflexionado sobre esto. (Digo “sólo Dios sabe” como una simple expresión.) No soy muy elocuente al tratar de explicártelo en un proverbio porque soy el primero en admitir mi absoluta falta de habilidades para reducir el significado de la vida a uno o dos párrafos.

Me propongo alejarme de la palabra “existencialismo”, sin embargo recuérdala como una palabra importante. Tal vez debas leer El ser y la nada de Jean-Paul Sartre y otro librito llamado Existencialismo: de Dostoyevsky a Sartre. Son meras recomendaciones. Si realmente te sientes satisfecho con lo que eres y con lo que haces entonces rehúye de esos libros. (No provoquemos al perro dormido.) Pero volviendo a la respuesta. Como te decía, tener fe en una meta tangible sería poco inteligente porque no luchamos por ser bomberos, no luchamos para ser banqueros, ni policías, ni doctores. Luchamos por ser nosotros mismos.

No me malinterpretes. No quiero decir que no podamos ser bomberos, banqueros o doctores, sino que debemos ajustar la meta a nosotros en lugar de ajustarnos nosotros a la meta. En toda persona la herencia y la cultura combinadas producen una criatura de ciertas habilidades y deseos con una enraizada necesidad de funcionar de tal manera que su vida sea significativa. Una persona debe ser algo porque no es nada.

Desde mi perspectiva, la fórmula sería esta: una persona debe escoger un camino que le permita explotar sus habilidades al máximo para que cumpla sus deseos. Al hacerlo, satisface una necesidad (otorgándose a sí mismo una identidad a través de una funcionalidad preestablecida para alcanzar una meta preestablecida), evita frustrar su potencial (escogiendo un camino que lo exime de los límites de su autodesarrollo) y evita el horror de ver su meta ya sea desvanecerse o menos atractiva conforme se acerca a ella (en lugar de ajustarse a las demandas que procura, modifica la meta de acuerdo a sus habilidades y deseos).

En suma, no debes abocar tu vida para alcanzar un meta predefinida, sino que debes escoger un estilo de vida que sabes que disfrutas. La meta es completamente secundaria: es la funcionalidad conforme a la meta lo que es importante. Suena casi ridículo que una persona deba funcionar de acuerdo a un patrón formulado por su propia voluntad, pero dejar que otro decida tus propósitos es renunciar a uno de los aspectos más significativos de la vida: el acto definitivo de la voluntad que nos hace individuos.

Supongamos que se te presentan ocho caminos a seguir (todos predefinidos, por supuesto). Luego supongamos que no avizoras propósito ninguno en esos caminos. Entonces —y aquí yace la esencia de todo lo que he dicho— tu deber es encontrar un noveno camino.

Naturalmente, no es tan fácil como suena. Has tenido una vida relativamente estrecha, vertical diría más que horizontal, por lo que no es difícil de entender por qué te sientes como te sientes. Sin embargo, un hombre que procrastina su decisión inevitablemente tomará esa decisión obligado por su circunstancia.

Así que si te consideras a ti mismo dentro del club de los desencantados, entonces no tienes otra opción más que aceptar las cosas como son o, en otro caso más serio, procurar otra cosa. Pero se cuidadoso al buscar tus metas: busca un estilo de vida. Decide cómo quieres vivir y entonces considera lo que puedes hacer para vivir dentro de ese estilo de vida. Dirás, “es que no sé por dónde empezar, no sé qué buscar”.

No obstante, hay un punto crucial en esto: ¿vale la pena renunciar a lo que deseo por algo mejor? No lo sé. ¿Lo vale? ¿Quién más puede tomar la decisión más que tú mismo? Pero incluso cuando decides qué buscar todavía tienes un largo camino frente a ti.

Si no doy por terminado este asunto es porque debo ir a escribir un libro. Espero que todo eso no te confunda al principio, sólo recuerda que esta es, por supuesto, mi forma de ver las cosas. Para mí es evidente que todo lo que dije es pragmático, pero tu pudieras no verlo así. Cada de uno nosotros necesita su propio credo y este simplemente es el mío.

Si acaso alguna parte no tiene sentido, por favor házmelo saber. No intento enviarte afuera en búsqueda del Santo Grial, sólo intento decirte que no tienes porqué aceptar las decisiones que la vida te ha ofrecido. Las cosas son más complejas; nadie está obligado a hacer algo que no quiere hacer por el resto de su vida. Pero, de nuevo, si eso es lo acabas haciendo, debes convencerte por completo que eso es lo que tienes que hacer. No serás el único.

Y, bueno, eso es todo por ahora. Hasta que no sepa algo de ti siempre seré tu amigo,

Hunter

domingo, 22 de febrero de 2015

Hemingway





Hemingway, el escritor que en vez de volverse personaje, hizo que sus personajes se volvieran él haciendo el trabajo y la búsqueda a la inversa, llevando a que todo en su mundo se vuelva "él".

Hace un tiempo llegó a mis manos el libro La vida en fotos de Ernest Hemingway. Ver esas escenas, que no es lo mismo que leerlas o saberlas, complementa sin dudas su obra. Mientras espero mi ejemplar, recopilé algunas para menguar la ansiedad y mantener on la sensualidad del tipo que llevaba de caza a sus mujeres (porque, parafraseando la frase más escuchada de estos tiempos, "mujeriego pero hace") > Link al archivo con las imágenes de Ernest Hemingway: http://bit.ly/18fYPp0