Mostrando entradas con la etiqueta RegiaMag. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta RegiaMag. Mostrar todas las entradas

lunes, 14 de enero de 2013

Alhajeritos de sensación


La dejó incapaz de reconvertir una noche en eterna.

Arañada y despilfarrada por hectáreas húmedas que ella misma desconocía en su placer... así amaneció en esa primer mañana de inicio de otoño…

De las 129 noches que compartieron, no dejó una sin penetrarla, sin ensuciarla ni mojarle su rostro con lo absoluto de su saliva, colmada de mal batidas sustancias no gástricas. No había nada que lo detuviera, ni siquiera las piernas cruzadas de ella para que él concluyera su acto, dejándole en la punta de la lengua su deseo desagotado. Atragantada de lo no masticado, pudo más el hambre de su riña que la sangre derramada de poesías mal contadas.

Llenó la bañera, pensó que hacer el doble juego le daría el grito de guerra que en la batalla de ayer no supo darle… inexperto, caprichoso o ciego… prefería pensarlo como un inútil sexual que como un discapacitado de la sexualidad. Sus años no habían llegado solos, y había olvidado lo que era quedarse con ganas partidas en los apuros ajenos.

Resacada de desamores y ardiendo en su propia flor, sabía que el nuevo fin promediaba el exilio de la simpatía. No había despecho sin haber un despenalizado primero.

Sentenció un exorcismo, un nuevo calor y dos canciones de amor… o bien, morirse de un beso luego de haber cantado a gritos el hit del momento.

Corrió agua. El fluido abría la escena. Las escamas de lo que no fue, bordeaban su frente estirando su cabellera bajo la ducha, la mano de obra construía el epitafio para transitar al más allá de la respiración rutinaria.

Árida de conceptos, desbordada de imágenes como cabalgando un álbum de fotografías y radiografías, sacudía sus nalgas al ritmo de nombres, perfumes y objetos. Las rodillas que jamás caen, que jamás perturban, que jamás suspenden, musicalizan en su choque de perfiles, lo incesante del canto onírico, hasta quedar eyectadas de vientos y mareas… Ojos abanico, mirada de la tormenta, nubosidad variable en aumento y, es mitológico, en la bañera lo que mata es la humedad.

Las uñas que dañan, que profundizan los puntos de gemidos en fuga, eruditos y heróicos, que al vecino no le importa, pero igual se queda en una escucha de línea directa al fuego sagrado que yace entre sus piernas hasta la tala de su pecho guerrero, prendido de ceños fruncidos que hacen a la electricidad del cortocircuito…

No se vence, no se llega, se alcanza con la muñeca izquierda a romper el muro de la cueva en la altura, desplaza la espalda en la pared vaporizada y en éxtasis canguro asume su rol de emperatriz de la templanza. Incienso de la desidia y el prejuicio, piensa la hoguera, la cubre de tuertos y de entusiastas frígidos, calla a los agudos y retumba en los graves. Rasguñando tímpanos, exclama el estigma de los senos no llanos, que altaneros, frivolizan la secura de los malos tratos.

Que la danza del vientre, de la botella y del perro… se mueve la gallina, se estrangula al canario y se maúlla como gato. Hay espacios intactos de limpieza, hay oscuros pedales de frenesí que no reprimen ser pellizcados: se siente sirena, pero quisiera ser un pulpo enredándose para todo poder alcanzarlo… domarlo…

El único sentido astuto de tener otro, es poder ser mordido y manoseado al mismo tiempo que uno va mutando en espesores blancos para recibir espesores dorados. El tangueo de la buena vida, exige dejar vacíos para que haya nuevas ofrendas. Paquetes de látex que se desechan y descomprimen en inmundas caricias de comida chatarra, para una piel que proclama el abuso del tacto, la violación imaginada de romper a trozos los poros desintoxicados.

El impresentable amante barato, berreteado de su propio anhelo de escupir sobre las amígdalas de niña bien curtida, su leche podrida, le estrujo en su pupila llagas en vencimiento de crudo lácteo no sentido.

Un polvo apurado que es más alérgico que enérgico, se vuelve boomerang cuando la ropa queda puesta y por la puerta se mete el hielo. Toda pronunciación de “podes terminar en mi cara”, en algún momento resultó ser “feliz día papi”.

Tomó la sopa y la vitamina, como para desamarrar el trauma de ser la mas linda del aula. No habría en la historia de su frutería, más sincero florecer que el de ser su puta más cara, aerosilla de la buena vista insaciable club, hasta la cumbre de su morbosismo perpetuado de dolores sin causa.

Ya exhausta y furtiva, estertores de chacras y mandalas, aullidos en caravana de espermas en piñatas nunca bien infladas, y tiempo sepia sin pinchar… cae la barrera para pasar en tranvías la locomoción.

Tiemblo. Tartamuda. La birome ya no puedo sostener… Sí, yo.

Se destiñe la tinta de agua rebalsada, el piso de madera se encoge en nombre de la Magdalena… nada lo detiene, lo apuro, me apresuro, automatizo movimientos de lambada en los dedos astrales de la supervivencia… es difícilmente sacro ser tan mamífero en celo de tus pecados… es ansiosamente primario el incesto con tu alma… imprescindible ahogo de mi aura, karmático gemir… Comprendo como salida de emergencia, peregrinando y descosiendo el ovulo del atraso anterior, que se estallen pochoclos de luna llena tendidos a mi modo de sujetar los rastros que nunca me podrán coger.

Va por ellos, va por ellas… va por ese secador de pelo, la llamada perdida y la costura oscura del jean que histeriquea con la ranura… va por la vida, va por la encarnación más perdida, va por donde tiene que ir… ya viene, ya llega… ya no puedo escribir…

Chau birome, chau nudo de tensión, chau panes tristes de mi memoria vaginal… Adiós lejanos, adiós cercanos… Cae el cuaderno, cae granizo y cae el párpado…

Buen día mundo miel, buen día… Escrúpulo ejercito de mi más adentro calor, calambre de una nuez puesta sin manzanas que morder… Ya acabé.

                                                                                                                  Por Barb Matata



Publicado originalmente en RegiaMag hace ya unos años.