Harry Holland pinta desnudos hermosos, vuelos subjetivos (¿van o vienen?, ¿suben o bajan?, ¿se caen o levitan?) y paisajes para caer en las tentaciones.
Sus obras tienen memoria del romanticismo sin pecar de ser algo pasado, por el contrario. Hay un movimiento sutil en su estilo que está cargado de tensiones sensuales que altera la simple vista. La sensación latente frente a cada obra es que ahí está empezando a suceder algo y uno de este lado queda atrapado mirando, esperando que suceda.